CAPÍTULO 1: ¡HUFFLEPUFF TENÍAS QUE SER!

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Día uno de septiembre de 1991, día uno de mi nueva vida como mago. Todavía soy un niño por dentro y todo me impresiona. Lo primero que pienso en el andén 9 y 3/4 es qué bonito es el Expreso.


Mis padres se han quedado al otro lado del muro. Muggles tenían que ser... Me parece que tantas explicaciones por parte de ese chico robusto con cara de "voy a ser prefecto en cuanto me den la ocasión" les han confundido más que ayudado. Yo he seguido su consejo y me he tirado de cabeza a través de los ladrillos porque, como es costumbre en mi familia cuando viajamos, hemos llegado a la estación con la hora pegada, y no era plan de dudar ahora qué es posible y qué no.

Por suerte, la pared era realmente mágica y mi cabeza sigue intacta.

Hablando de cabezas, ahí asoma la mi madre. ¡Mamá, por todos los muertos de Merlín, entra del todo, que en el lado muggle vas a parecer decapitada! Las madres son así: no se quedan a gusto sin el último abrazo. Y yo quiero que se marche ya, primero porque las despedidas me cuestan horrores y, luego, no sea que se arrepienta y me haga quedarme en tierra. Aún no ha superado que haya cambiado Eton por Hogwarts (¡cada vez que pienso de la que me he librado! Nunca me han ido los colegios pijos). Pero no, tan sólo me espachurra entre sus brazos y se va.

Qué vergüenza, qué humillación, qué- ¡oh, no! ¡Otra vez él!

"Oye, ¿te vienes conmigo?"

Y por no ser descortés, sigo al pequeño mastodonte de nariz respingona a un compartimento vacío. Justo antes de entrar se nos une una chica con trenzas rubias y aspecto nervioso, tirando a semidesquiciado, que parece muy acongojada por tener que dejar a sus padres atrás.

"Hannah," grita su madre, llorando entre espasmos incontrolados, abrazada a un estoico hombre. "Tómate las pastillas."

"Huffepuff, ¿verdad?" nos pregunta antes de sentarse con nosotros.

"Faltaría más," responde don prefecto prematuro con su voz casi nasal. "Soy Ernie Macmillan."

"Hannah Abbott."

"Justin Finch-Fletchley. ¿Cómo sabéis ya a la casa a la que vais a ir?" pregunto con genuina curiosidad.

"Toda mi familia por la parte mágica ha ido siempre a Hufflepuff," responde Hannah.

"Es la casa de los leales y trabajadores," responde Ernie con orgullo.

"Y tú tienes cara de Hufflepuff," sonríe Hannah.

Todavía no sé cómo tomarme eso.



El famoso Harry Potter (me han hablado sobre él en el tren, ¡qué chulada de tatuaje natural!) y Draco Malfoy (ha venido a presentarse en el tren con sus dos gorilas sobrealimentados, y él también ha sabido adivinar a la casa a la que supuestamente vamos a ir) acaban de tener su primer encontronazo en el colegio. Por lo que he podido distinguir entre los murmullos, Potter acaba de darle calabazas a Malfoy por un tal Weasley. Debe de ser ese pelirrojo con cara de flipado que está a su lado.

Bien empezamos.


Qué alucine de salón comedor. ¡Lo que deben de ahorrarse en electricidad! El techo es lo mejor. Me pregunto si en alguna época del año pondrán una aurora boreal. Es hora de cenar y tengo hambre, pero me han dicho que primero han de segregarnos, antes de alimentarnos.

"Finch-Fletchley, Justin."

¡Su madre! La vieja del sombrero tiene una cara de mala leche... Menos mal que ya estoy acostumbrado a los chistecitos sobre mi nombre. Ese sombrero tan mugriento me da yuyu. Además, canta fatal. No veo nada. ¿Hola?

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora