Defensa personal contra frutas y San Valentín

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O McGonagall odia secretamente a los Hufflepuffs, o no hay razón en el mundo mágico ni en el muggle para justificar la cantidad inmensa de deberes de Transfiguración que nos ha encasquetado nada más volver de nuestros cálidos hogares y nuestra vida indolente. O quizá sea sólo yo el indolente.

Hannah se esfuerza tanto, que a ratos la he visto aplicarse un hechizo helador en la cabeza para contrarrestar el sobrecalentamiento. Otra que seguramente no habrá descansado en Navidades. O eso, o le ha dado demasiado al coco con otros temas ajenos a los estudios.

Susan tiene apoyo múltiple por vía Ravenclaw, vía tía en el Ministerio y vía mayores, pero yo no me quedo corto: cuando tengo serios problemas y estoy en la sala común charlando en el sofá circular con los deberes abandonados en el regazo, de vez en cuando alguien los mira y me sopla las respuestas. Alguna que otra vez se ha iniciado un debate sobre revoluciones de duendes y teorías de la propagación mágica y los genes hereditarios. En cierta ocasión antes de Navidades, Ernie estuvo un buen rato pegándose cabezazos contra las paredes del baño cuando le conté el acalorado debate que había surgido a partir de una redacción de Astronomía que tenía que entregar esa misma noche, y que él se había perdido por estar adelantando temas para vacaciones en la biblioteca.

Lo cierto es que mi interés por los estudios se limita a ir aprobando los cursos con las mejores notas posibles, sin matarme. Posiblemente la influencia de Ernie me haga llevar los deberes al día sin falta, pero quizá también si no estudio más es por culpa de su mala imagen de empollón reconcentrado y maniático del cronómetro y la planificación exhaustiva. Muchas veces me paro a pensar que, si me lo propusiera, podría sacar mejores notas que él con menor esfuerzo. No en vano fui preseleccionado para Eton, ¿eh? Es solo que el colegio y nuestra casa me tienen más absorbido que los libros, y en cierto punto de mi carrera como mago infantil decidí inconscientemente que más valía sacar peores notas que Ernie, si podía disfrutar de la vida el doble que él. Sé que soy injusto y algo engreído cuando pienso así, porque Ernie no tiene la culpa de ser como es. Pero a veces me gustaría que fuera capaz de disfrutar más de lo que le rodea, y no estar siempre pendiente de lo que debe hacer.

Como aprendió a hacer Cedric.

Pero Cedric era Cedric, y Ernie es Ernie.

...Y cuando Cedric desapareció, fue Ernie el que se encargó de recoger los pedazos de Hufflepuff y los míos propios. Que sí, que viene muy bien tener a alguien como Ernie en tiempos de necesidad. Pero, como bien me planteó mi padre, ¿qué hay de sus necesidades?

Quisiera hacer algo, de verdad. Siento que no basta con sentarme a su lado en clase, a su lado en la biblioteca, enfrente en el comedor.

Ayer incluso volví a tumbarme junto a él antes de dormir, y estuvimos hablando de lo que nos gustaría aprender próximamente en clase de Defensa, y cómo podríamos hacer para convencerle a Harry de que nos dé más lecciones a la semana, que al fin y al cabo el quidditch no es tan importante como esto. Luego nos reímos de nuestra propia ocurrencia, porque si decimos eso delante de del ED probablemente la mitad nos lincharía y nos usaría para practicar maldiciones en grupo durante el resto de la sesión.

Y esta noche, tumbados otra vez, mientras le comento las mejoras que he estado observando en los miembros del equipo, soy consciente de la forma en la que me mira mientras me escucha, y cuando bostezo y me despido hasta mañana. Pero no soy capaz de darle un abrazo de buenas noches antes de volver a mi cama, aunque sus ojos y mi cuerpo lo estén pidiendo a gritos. Creí que había superado esa barrera antes de Navidad, pero aún guardo un minipunto de pánico en la boca del estómago por las noches.

Aún me cuesta decidir si es por él o por mí mismo.

Aún me cuesta decidir si es por él o por mí mismo

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