Bajo del maaar

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Este invento de los polvos flu es maravilloso. Nada de atascos, nada de caravanas, nada de viajes de horas bajo un sol de castigo y cargados hasta los dientes de bultos. ¡Polvo va!, y estamos en la casa de la playa.

Sus abuelos y sus primos salen a recibirnos a la chimenea.

Los abuelos son un poco estirados, pero los primos prometen. No todo bueno, me da la impresión, pero seguro que lo pasamos bien. Los tres se han graduado ya de Hogwarts y el mediano vive por su cuenta, pero siguen pasando parte del verano en familia. El más joven tiene pinta de ser un cabeza loca, lo cual me resulta normal, viendo al resto. Si por lo menos uno no se rebelase, me daría que pensar sobre la sangre de la familia Macmillan: ¿Sangre pura o pura horchata?

Aunque después de lo de anoche, Ernie me ha descubierto una nueva y salvaje faceta suya que choca frontalmente con el resto de su persona.

Y al parecer ese primo cabezaloca intentó meterse en Slytherin para llevar la contraria, pero el sombrero seleccionador no le dejó:

"Con lo divertida que debe de ser esa casa. Ahí si que habría aprendido sobre la vida cruel y rastrera. Una vez que te has codeado y has convivido con Slytherins a diario, el resto de la sociedad no plantea ninguna amenaza desconocida."

"Éste tiene fascinación por los dementores," me susurra Ernie al oído,"y está muy celoso de que este año, al parecer, vayan a utilizar dementores para vigilar Hogwarts. Ya sabes, Sirius Black fugado y Potter como su más probable e inminente víctima."

A mi evidente pregunta de qué es un dementor, Ernie me hace una descripción tan innecesariamente extensa como detallada, que hace que acabe cortándole:

"Ah, es como un Názgûl combinado con los exámenes de junio. ¡Esos sí que te quitan la alegría de vivir!"

"¿Un Nazqué?"

"¿No me digas que no has leído El Señor de los Anillos?"

"¿Y ese quién es?"

"¡Hereje! Me lo llevaré a Hogwarts para que lo leas este curso. Estoy seguro de que te va a encantar. Lo leí con nueve años, ¡el número mágico!, porque nueve son los que salen de Riven-"

Mi perorata es interrumpida por la abuela llamándonos a comer.

Lo primero que me preguntan los primos durante el almuerzo, por descontado, es mi odisea con el basilisco. Como narrar el instante de susto, pasmo y caída libre al suelo no me lleva mucho, al que interrogan sin piedad es a Ernie, mientras se lamentan sin cesar de que algo tan emocionante no hubiera pasado en su época.

Los abuelos me preguntan por mis padres y por nuestras costumbres muggles, cómo no, y arrugan la frente cortésmente más de lo que mi paciencia soporta.

Todo eso se me olvida por la tarde en la playa. Chapoteo y disfruto como un enano (y como tal me vapulean los tres primos, porque con Ernie no pueden) mientras jugamos a hacernos aguadillas y ellos utilizan sus varitas para crear remolinos, olas gigantes y toboganes de agua.

"¿Y no hay riesgo de que nos vea algún muggle? Si mal no recuerdo, esto es también zona turística para ellos."

"Tranquilo," me responde el mayor, "que esta playa está encantada de manera que para los muggles se vea como un acantilado inexpugnable."

"Si te fijas, los kayaks la rodean en la distancia, como si de verdad lo hubiese. Mira esos de ahí."

En efecto, a cierta distancia de nosotros un grupo de kayaks pasa remando a buen ritmo sin reparar en nuestra presencia. Los primos aprovechan para amenazarles con olas de dos metros y para cambiar las corrientes de modo que les cueste más remar; no puedo contenerme y empiezo a hacerles muecas, enseñando a Ernie a levantar los dedos obscenamente y hacer cortes de mangas sin sentir el más mínimo remordimiento.

Después los primos se divierten sumergiéndonos y levantándonos en el aire a todos con remolinos; y por último hacemos una pelea a caballo. Ernie me lleva a mí, sujetándome bien los muslos con sus poderosas manazas mientras yo echo pulsos con el primo de arriba; el cabezaloca hace de árbitro y pone los obstáculos acuáticos, haciendo que sobre nuestras cabezas vuelen conchas, cangrejos, mejillones, algas marinas, peces de colores y una manada de caballitos de mar.

En cierto momento no puedo contenerme y empiezo a cantar: "Debajo del maaaaar," en voz tan profunda y con tal acentazo que aunque no conozcan la canción se tronchan igual; y bajo el agua que vamos todos.


Estudiar por las mañanas se hace más llevadero cuando  alguno de los primos se nos une y nos ayuda a repasar, adelantándonos  incluso nociones por aquí, nociones por allá correspondientes a cursos  superiores

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Estudiar por las mañanas se hace más llevadero cuando alguno de los primos se nos une y nos ayuda a repasar, adelantándonos incluso nociones por aquí, nociones por allá correspondientes a cursos superiores. Ernie está en la gloria. Según él, lo hacen sólo porque estoy yo y les he caído bien.

Por mi parte, voy notando como no sólo me pongo al día, sino que me adentro en tercer curso y en parte de sexto casi sin notar dolor alguno. ¡En serio! Nada como aprender hechizos realizados con maestría por dos voluntarios capacitados (no como Lockhart). No veo el día de aprenderlos yo mismo.

"Lástima que en la playa no tengamos las dos horas de impunidad mágica de las que disfrutábamos en mi casa," se lamenta Ernie.

Por si fuera poco, un día sus primos nos llevan a un bosque mágico que había en las faldas de una montaña cercana y nos enseñan algunas de las criaturas que vamos a estudiar en cursos siguientes y cómo esquivarlas. Lo malo es que son tantos monstruitos de golpe que no me entero ni de la mitad, y en una ocasión el primo menor tiene que salvarme de uno bastante grotesco y posesivo. Aj.

Y, aunque parezca mentira, una de las cosas que más se me graban, si no la que más, es un objeto común e inofensivo llamado revista porno mágica, propiedad de los tres hermanos. Por supuesto que había visto alguna vez una revista de esas en el mundo muggle: Cuando tenía 10 años y las miraba a escondidas con los chicos del colegio en los grandes almacenes y las tiendas de 24 horas.

Pero una cosa es una revista porno muggle y otra muy distinta una revista porno mágica. Aún no he tenido tiempo ni ocasión de ver una película porno, pero imagino que no se diferencia mucho de aquello, salvo que las escenas probablemente no se repiten en bucle continuo. Ernie no quiere mirar (imagino que más porque está harto de que se las enseñen, antes de porque le dé pudor); yo no puedo apartar la vista.

"Si quieres te la dejamos para cuando vayas al baño," se ríen.

Sólo entonces la cierro y se la devuelvo, colorado hasta las orejas y murmurando un "No hace falta, gracias". Ernie se ríe también y me ofrece a cambio el libro de Pociones de tercero, que llevamos bastante avanzado. Yo le pego con él en la cabeza y empezamos una guerra de almohadas que termina bruscamente cuando la abuela entra en el cuarto de Ernie, donde nos hemos reunido (uno de los primos esconde la revista rápidamente), para avisarnos de que ya no son horas de armar bulla, y de que los niños (Ernie y yo) tienen que irse a la cama, que mañana regresaremos pronto a casa.

Antes de salir, el mediano, el que ha guardado la revista, me dice:

"Creo que la he metido en tu mochila. Considéralo un regalo. No sabes cuándo podrás necesitarla," me guiña un ojo y añade, señalando a Ernie: "A éste no creo que le sirva."

Voy a dar las gracias, cuando el primo desaparece detrás de la puerta antes de que un almohadazo lo alcance.

"Será imbécil..." gruñe Ernie, y me advierte con el dedo en alto y los ojos en blanco: "No preguntes."

Obedeciendo sin rechistar, voy a examinar mi nuevo tesoro, cuando Ernie apaga la luz y me ordena:

"¡A dormir! ¡Pervertido!"

Mira quién fue a hablar...

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora