Justin y Nick

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Al día siguiente me despierto con sentimientos encontrados. Una parte de mí, la más racional, me quiere hacer creer que Potter trataba de alejar a la serpiente. Pero la parte más visceral está aterrorizada ante la perspectiva de que Potter haya sentido en mí una admiración parecida a la de Creevey (¡Nada más lejos de la realidad! ¡Yo tengo mi propia vida, no vivo pendiente de la suya!), y quiera deshacerse de mí. Si Potter, como insinúa constantemente Ernie, sosteniéndolo con toda clase de argumentos tanto volátiles como de peso, es en verdad el heredero de Slytherin... ¡Justin Finch-Fletchley tiene los días contados!

Ernie se preocupa demasiado, no hace más que soltarme rollos y advertencias con especial inquina hacia Potter, y últimamente parece mi sombra. Hannah, en cambio, parece mi madre, constantemente aprensiva y mirándome como si cada segundo conmigo fuera el último. Por su parte, los de primer año han hecho un corro a mi alrededor, con Cedric en la retaguardia, de camino al comedor a la hora del desayuno. Y noto cómo los de mi curso no me pierden de vista de camino a clase.

Sin embargo, hoy la terrible ventisca ha obligado a cancelar Herbología, y Madam Sprout va a aprovechar para preparar las mandrágoras de cara al crudo invierno, algo que debe hacer ella sola y cuanto antes, de modo que nos hemos tenido que dispersar.

Con las mismas, hemos regresado a nuestros dormitorios para dejar los bártulos de clase y coger material de estudio para la biblioteca. Ernie ha esperado a que todo el mundo saliera para acercarse a mí fingiendo un carraspeo. Con un leve empujón hace que me siente sobre mi cama y, apoyando sus gruesas manos sobre mis hombros, me dice muy serio:

"Justin, por favor, quiero que te quedes aquí en la sala común hasta la hora de comer."

"¿Qué hay de malo en que vaya con vosotros?"

"A estas horas todo el mundo está en clase y no hay nadie en los pasillos. Y yo... tras lo sucedido ayer no me fío de que pueda protegerte si algo te... nos ataca," confiesa ruborizado. Yo le sonrío y le palmeo ambos hombros, un gesto habitual entre nosotros. Pero él se estremece.

"No puedo quedarme en la sala común hasta final de curso, saliendo sólo para ir a clase y escoltado por la mitad de mi casa."

"Al menos por un tiempo, hasta que se calmen las cosas," me suplica mirándome a los ojos. "Intenta no llamar la atención. Y no le cuentes a nadie tu origen muggle y el rollo de Eton para impresionarle. Aunque sea el archifamoso Súper Potter."

Pinchazo. Dolor. Vergüenza. ¿Ernie lo ha notado? Si de verdad lo ha hecho no parece causarle repulsión. No sé por qué pero eso hace que me sienta un poco mejor.

"Luego no me vengas con que se te ha ido de la lengua y pases semanas intranquilo, como te ha ocurrido con Potter; y ya hemos visto que con razón."

"Ernie..." estoy tan azorado que no sé qué decir, pero algo en mí se resiste a esconder la cabeza bajo tierra en la sala común de Hufflepuff.

"Hazlo por mí... Y por Hannah," insiste.

"Pero Ernie, no puedo-"

"Cedric también nos lo ha sugerido esta mañana antes del desayuno," se apresura a interrumpirme. "Que, puesto que somos tus amigos más cercanos, debemos impedir que merodees solo por el colegio."

"Sois todos peores que mi abuela," me río.

Pero Ernie no se ríe, así que decido dejar de hacerme el valiente y de tomármelo a guasa.

"Está bien, me quedaré aquí. Pero que no se convierta en una costumbre, o me volveré tan cagueta que pronto tendrás que acompañarme de la manita al baño por las noches."

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora