Ah, Juliet, when we made love you used to cry

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(*Traducción: "Ay, Juliet, cuando hacíamos el amor solías llorar".
Letra de Romeo & Juliet de los Dire Straits)


Aunque toda esa semana me quedo más calmado, que no convencido, no es sino el fin de semana siguiente, en la visita a Hogsmeade, cuando la verdadera naturaleza de las cosas se revela, y Cedric se ve enfrentado a una prueba más dura que aquella del torneo, y con los mismos protagonistas.

No sé, y Zacharías entiende aún menos, cómo nos hemos podido dejar engatusar por Hannah y Susan para visitar la cafetería de Madame Pudifoot. El rubiales se niega en redondo a entrar y Ernie, por lo bajo, me dice que por él que se quede esperando en la puerta como un perro, porque ya ha cubierto el cupo de su paciencia esta tarde.

Y es que Zacharías, que ha tomado la iniciativa ofensiva, no ha permitido a Ernie y a Hannah hacer su escapada habitual, con una argumentación que, haciendo gala de una elocuencia inusitada y probablemente requete ensayada de antemano, ha convencido a Hannah de que no hay razón de ir a mirar más libros apenas un mes después de la última visita, que es mejor emplear el valioso tiempo de compras en los establecimientos que hace tiempo que dejó de visitar. Nada como una sugerencia placentera para desbaratar la buena influencia cultural que es Ernie.

Finalmente, ha sido mi propia persuasión la que ha convencido a Ernie de que se quedara él también. A regañadientes al principio, y fingiendo desgana después, Ernie ha estado diciendo que sí a todo lo que las chicas proponían y que sabía que a Zacharías horrorizaba: una hora en la tienda de ropa, media en la de regalos y, ahora, Las tres escobas canjeada por "el rincón de los tontolitos", como bien dice él.

Sin embargo, no estamos ni a diez metros de distancia cuando de la puerta sale Chang hecha una furia y secándose un par de lágrimas. Apenas dos segundos después, Cedric sale detrás y la agarra del brazo, impidiendo que se aleje.

"¡Espera Cho, por favor, escúchame un momento!"

Nosotros nos quedamos apartados, sin ganas de inmiscuirnos ni ser vistos, mientras que en las ventanas de la cafetería se agolpan los curiosos. Por la calle, la gente también se detiene expectante.

"¡Si no puedes, no puedes, Cedric! No importa. Da igual. No es..."

Pero lo que sea que no es, se le queda en la garganta, pues Cedric le ha hecho callar como cualquier chico con un mínimo de experiencia sabe, y Chang se ha quedado mansa y dócil en sus brazos. Los curiosos de la ventana aplauden, los de la calle siguen su camino y nosotros damos la vuelta en redondo.

"Uno al que le van bien las cosas," suspira Zacharías. "Bronca con final feliz."

"Hacer llorar a tu pareja no entra dentro de mi definición de relación feliz," musita Ernie.

Hannah y Susan lo miran, se miran y se sonríen. Zacharías lo mira de reojo con inquina. Luego Ernie me mira a mí, que estoy callado y absorto en mis pies, fingiendo que voy a descubrir oro en cualquier momento, y por el rabillo del ojo le veo fruncir el ceño.

"En realidad," añade Ernie, "hacer llorar a alguien es lo que más me molesta."

A esto no puedo por menos que sonreír, a la vez que paso un brazo alrededor de sus hombros.

"Entonces ya lo sabes, Macmillan: jamás me vuelvas a hablar de rebeliones de duendes ni de tratados sobre la magia en días festivos. Ni, por supuesto, me digas cuánto llevas estudiado para un examen antes de que yo siquiera haya empezado a organizar mis apuntes."

Los demás asienten con vigor y Ernie acaba riéndose sinceramente.

Luego, en Las tres escobas (donde hemos terminado para mayor regocijo del rubiales), Ernie no me quita ojo de encima y al final le tengo que convencer de que, ¡por todos los demonios, estoy bien! (porque sé qué es lo que le preocupa) sentándome a su lado y haciendo que se balancee conmigo mientras un nutrido grupo de Hufflepuffs desengañados, con las chicas dando palmas (prefecta incluida), me hacen coro en el estribillo cuando improviso la siguiente canción:

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora