La última cena

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En casa de Ernie paso el último día antes de volver a casa. En mi casa pasaré dos días antes de volver a Hogwarts. Cuando me he querido dar cuenta, el verano está haciendo las maletas y septiembre se encuentra a la vuelta de la esquina.

Ese último día no estudiamos. Ernie deshace el equipaje en un suspiro y ambos salimos después de comer, a pasear y a intercambiar impresiones sobre todo lo vivido juntos este mes. Compramos muchas chucherías, nos atiborramos en un campo cercano y volvemos a casa poco antes de la cena. Ernie dedica una última batalla de indios y vaqueros en mi honor, y añade las piezas de un ajedrez antiguo para que aporten algo de frescura al escenario. El resultado es caótico pero divertido.

Pumky nos trae un vaso de leche con cacao antes de irnos a dormir, como siempre, y luego voy a lavarme los dientes mientras Ernie se pone el pijama.

Me siento un poco desasosegado y algo triste. En el WC pienso un poco acerca de todo, acerca de Ernie, sus primos, la revista, mañana, dentro de 2 días, mis padres, el colegio, el mar, indios y vaqueros y de repente noto que se me están saltando las lágrimas. Me lavo corriendo la cara y regreso al cuarto.

Ernie ya ha apagado la luz, así que me tengo que cambiar a oscuras. Antes de que pueda ponerme la camiseta del pijama, no obstante, dos fuertes brazos me agarran de la cintura y me derriban sobre la cama.

"Enclenque."

"Manazas."

Comenzamos a pelearnos en broma, como ha sido frecuente en la casa de la playa desde aquel incidente nocturno. Puede que Ernie tenga más fuerza, pero un pie bien colocado en el estómago hace milagros. Empieza a hacerme cosquillas y yo le respondo. Hasta le muerdo una mano que intenta inutilizar las mías. En el forcejeo, y no sé cómo, una de esas manos mías acaba donde no debe por accidente, y basta un pequeño roce para descubrir vida en Marte. O, en este caso, en Macmillan. A ver, voy a comprobarlo de nuevo...

"Vaya, vaya, Ernie. ¿Has estado leyendo mi revista mientras yo estaba en el baño?"

A él se le atraganta el aire en los pulmones y se queda tieso, hasta que puede articular un:

"Justin, estáte quieto."

"Quieto, ¿cómo? ¿Así?" con un rápido movimiento deslizo mi mano dentro de su pantalón. "¿Así está bien?"

Ernie contiene la respiración y se muerde el labio para ahogar lo que fuera a soltar. Intenta forcejear, pero está claro que le tengo en mis manos y esa sensación me gusta. Me gusta mucho.

"Tengo ganas de devolverte el favor," le provoco, empezando a mover la mano muy lentamente, arriba y abajo, uno, dos, uno dos, puro ejercicio; y el resultado es delicioso: Me encanta ver su expresión mientras le toco, ¡no me extraña que mantuviese los ojos abiertos la otra vez! Con mi cara gravitando a escasos centímetros de la suya, le voy susurrando ánimos mientras mi mano trabaja sola.

Con Ernie estoy descubriendo que soy malo, muy malo. Tanto, que mi mente se ve de pronto inspirada por aquellas imágenes que más me han fascinado en la revista de marras. Vuelve a invadirme esa curiosidad que había sentido al descubrir lo que se puede hacer y cómo se puede hacer y quién lo puede hacer, y teniendo la ocasión en mis manos no puedo dejarla escapar.

 Necesito hacer algo más, es más fuerte que yo.

 Ernie, en aquellos momentos y, como siempre, es más fuerte que yo.

Así que, sin previo aviso, utilizo las dos manos para bajarle el pantalón hasta los tobillos, desciendo la cabeza lentamente mientras trazo el recorrido con mi lengua sobre su piel, y antes de que pueda protestar, un buen pedazo de Ernie está dentro de mi boca.

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora