69, Quisquillosos, locuras y azotes

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Los demás están todos arriba. La luz está apagada. Ernie ni siquiera está leyendo hoy. En el último momento, me doy cuenta de que no me he lavado los dientes. Bueno, por un día...

"¿Ernie?"

"¿Qué quieres?" responde una voz de ultratumba.

Bien, no está dormido aún.

"Eres un mamón."

"¿Y eso a qué viene?"

"Primero me haces proposiciones indecentes, y luego te vas a dormir antes siquiera de que pueda aceptarlas."

"Tú no aceptas ni las buenas noches, Justin."

"¿Oh?" respondo con una rodilla en su cama. Hoy me siento atrevido.

"¿Qué haces, Justin?"

"Hacerte sufrir."

"Eso se te da bien."

"¿De verdad?"

"Hoy has cantado doce canciones, Justin. Doce. Que las he contado. Sólo tres eran nuevas. Si a eso no lo llamas tortura..."

"¡Ja! Nadie más se ha quejado."

"Eso es porque te ignoran, bardo pardillo."

"¿Y tú por qué no lo haces, si tanto te duelen los oídos?" murmuro, al tiempo que mi rodilla choca con la suya. Ya no puede huir más sobre el colchón.

"Porque soy el único imbécil que te escucha, cuando los demás ya se han ido a otro lado."

"¡Ataque de la manta humana!" exclamo, mientras caigo todo lo largo que soy encima de su tripa.

Ernie protesta, pero como está atrapado bajo mi peso, no hay mucho que pueda hacer.

"Justin, que pesas."

"Tú pesas más," le digo, levantando el pijama y restregando mi cara contra su tripa. "Y cómo se nota que últimamente no haces mucho ejercicio."

Ernie no responde. Sigo restregándome, al tiempo que voy bajando, voy bajando, hasta que llego al pantalón del pijama. Ahí es cuando yo empiezo a lamer, y Ernie, a gemir. Sigo el rastro con mi nariz, mientras que mis manos van apartando la ropa, y cuando encuentro lo que busco, me deshago en lametones, hasta que decido hacer las cosas a conciencia. Ernie intenta ahogar en vano los gemidos, mientras con sus manos en mi cabeza alienta mis acciones. Al final hace lo más sencillo: me agarra las piernas, me baja los pantalones, y me devuelve el favor. Creo que esto tenía un nombre científico, pero qué más da. Es intenso y excitante.

Cuando los dos nos hemos quedado a gusto, y nos relajamos tal cual estamos mientras recobramos el aliento, se me ocurre que no es una postura digna para que nos encuentren nuestros compañeros de habitación. Estoy pensando en cómo moverme cuando es Ernie el que se incorpora, me hace a un lado suavemente, se sienta en la cama, y sé que está a punto de decirme algo, de hacerme algo, de agarrarme los brazos... pero la puerta se abre y de un salto me meto en mi cama antes de que la luz de una varita intente dar cuenta de nuestro estado.

"¡Apaga eso, que hay quien quiere dormir!" chillo con medio fuelle, que es más del doble de lo que en realidad me queda, con el corazón aporreándome el esternón y haciendo eco-eco en mis oídos.

"Bueno, bueno, ni que fuéramos a seguir la fiesta. Para eso ya se bastan los de séptimo, que tienen montada una en su dormitorio con todo el equipo... Se han metido hasta los de sexto. Chicas incluidas."

"Adivina quiénes no se despegan hoy," sonríe otro compañero.

La verdad es que Applebee y Rickett han pasado la velada en proceso de fusión corporal constante.

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora