Eton y la piscina

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Sábado al mediodía. Eton.

Hemos aprovechado las primeras horas de la mañana para visitar el castillo de Windsor, que está al lado, y ahora, poco antes de la visita guiada al colegio, Ernie Macmillan se encuentra traumatizado. ¿Por qué se ha traumatizado Ernie Macmillan? Aún no lo sé muy bien. De momento, la única pista es una exclamación susurrada nada más llegar y ver el percal:

"Justin...¡esto es un internado exclusivamente MASCULINO!"

"Sí, aquí sólo admiten chicos."

"Pero..." y ahí se ha cortado, dispuesto a mascarlo un buen rato antes de explicar nada más.

No deja de asombrarse y comentar en susurros sobre cada cosa que vemos, y luego, durante la visita guiada, con cada explicación que nos van dando (a nosotros y a los seis japoneses que entraron en los ocho permitidos por grupo) sobre la historia y el funcionamiento del colegio.

Pero no retoma el tema hasta que, yendo ya por nuestra cuenta otra vez, salimos de nuevo al exterior a través de la capilla:

"Hombre, yo soy de la opinión que, pese a la tradición histórica, queda un poco anticuado someter a gente de nuestra edad a la limitación del propio sexo, y sé que muchos no lo soportarían. Personalmente prefiero la variedad, y creo que es lo más sano para una educación positiva de cara a la futura vida en sociedad, pero entiendo que a ti te diera igual que sólo hubiera chicos, y te confieso que, bueno, realmente, a mí también me habría dado lo mismo."

Lo miro con ojos cuadrados, pero él sólo aparta la vista, finge tos, y luego me mira de reojo, disimulando mal, pero que muy mal.

CLONG CLONG CLONG CLONG

En ese mismo momento las campanas de la escuela tocan las cuatro. Fin de la visita. Fin del suspense. Cuatro horas pateando el entorno de la escuela a la que no fui y jamás iré. Cuatro años pensando que a Ernie Macmillan le gustaban también las chicas. Sin darnos cuenta, hemos llegado de nuevo a la entrada, al principio de todo, y de pronto me entra la risa floja.

"Ernie... ¡no me puedo creer que esta haya sido tu forma de salir del armario!"

Me sigo riendo a ratos durante todo el camino a casa, y sólo paro cuando Ernie amenaza con enfadarse de verdad, que estas cosas no son ni fáciles de confesar, ni tan difíciles de sospechar, y que lo deje ya, que aquí no es él quien se pone delantales rosa.

Me sigo riendo a ratos durante todo el camino a casa, y sólo paro cuando Ernie amenaza con enfadarse de verdad, que estas cosas no son ni fáciles de confesar, ni tan difíciles de sospechar, y que lo deje ya, que aquí no es él quien se pone delanta...

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Los acontecimientos del sábado hacen que baje la guardia, y el domingo por la tarde cometo un error. No es un error muy grave, pero sí algo que podría haber sido dulce, y sin embargo nos agria el día por completo.

Todo empieza en la piscina, donde esa tarde pasamos varias horas en remojo, porque somos conscientes de que el verano tiene los días contados, y hay que aprovechar cualquier coletazo de sol para remojarse a lo grande. Echamos carreras de largos, hacemos peleas de aguadillas, nos escupimos agua (él no quería, oiga, no quería, pero lo convenzo tras un par de ataques a traición) y, en cierto momento, acabo subido a caballito, arengándole como un vaquero para que galope por la zona que menos cubre. Vamos, lo que hace cualquier payaso cuando va a la piscina con sus amigos, como aquella vez que nos bañamos en el mar con sus primos.

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora