CAPÍTULO 10: ¡ADEMÁS DE SANGRE SUCIA, MARICÓN!

29 6 1
                                    


Esa misma noche, sentado en mi asiento favorito del sofá circular, calentito frente al brasero, vuelvo a tomar una determinación: No pienso seguir sufriendo en vano.

Sentado a mi lado, muy cerca pero sin rozarme, con el ánimo caldeadito frente al brasero, Zacharías Smith me mira de reojo, rezonga por lo bajo y suspira.

Aún no le he preguntado por qué lleva todo el día enfurruñado y la cena sólo ha conseguido agriarle más el humor. Él tampoco me ha preguntado por qué llevo todo el día medio ausente y la cena sólo ha conseguido reventarme cualquier atisbo de buen humor.

"Ese maldito baile debería estar prohibido," gruñe al fin.

No tengo ánimos ni para asentir. Lo miro de reojo y sigo apoyando la cabeza en mis brazos cruzados sobre las rodillas.

Hay poca gente en la sala común, pero la suficiente para que haya un murmullo que despierte los cantos relajados de las plantas, a las que les gusta sentirse acompañadas. No me gusta el silencio, sobre todo cuando estoy depre. Ha sido precisamente gracias a ese murmullo que me ha recibido al entrar en casa que me he enterado de las funestas noticias:

"Sí, sí, irá con Cho Chang. Le he visto pidiéndoselo al terminar la cena. Y luego se han quedado arriba hablando a solas."

"¡Oh, qué suerte tiene esa pájara!"

"¡Ni hablar! Lo que daría yo por ser el afortunado. Chang está de toma pan y moja."

Zacharías, que venía conmigo, le ha dicho unas cuantas cosas al autor de semejante elogio; pero yo he arrastrado el resto de mi ánima al sofá circular, he rodado hasta mi asiento favorito y allí me he quedado plantado, como una mandrágora adolescente mutante.

Cuando el rubiales se ha cansado de discutir con cualquiera que se le pusiera a tiro, ha venido a sentarse a mi lado, como viene siendo ya costumbre. Especialmente cuando tiene un día malo, malo. Debe de ser porque soy el único que no se ríe siempre de él y sus mohínes.

Los que no están aquí, que son la mayoría, están en la biblioteca. El afán por terminar deberes antes de las vacaciones puede con el cansancio. Ahí estarán ahora Ernie y Hannah.

Cedric entra en la sala común. Me entero por los saludos y comentarios. Por las felicitaciones jocosas y hasta envidiosas. No le miro. No le quiero mirar. Me concentro en el brasero, fiel reflejo del infierno que siento dentro.

"Cho Chang..." musita Zacharías cuando Cedric baja al dormitorio. "De todas las chicas que hay en el colegio, ¿¡por qué Chang!?"

Alguien le enumera una serie de buenas razones, pero yo conozco chicas que, sin ser buscadoras de su equipo, reúnen todas las demás cualidades. ¡Cielos! Hasta yo las reúno, modestia aparte. Incluso sé atusarme con estilo el pelo por detrás de las orejas. Y seguro que mis rizos son más divertidos que su cabello lacio y anodino. Lo que pasa es que yo no encajo bien en el libro de familia, y ella sí. Fin.

"¿Sabes Justin?" continúa el rubiales, al que nunca le descorazona mi falta de respuesta. "Creo que éste es el prototípico caso de coartada fachada."

"¿Lo qué?" le pregunto al fin con una voz más ronca que la de M.A. Barracus con ataque de laringitis.

"Que esta pareja tiene todo el aspecto de pura fachada, lo mires por donde lo mires: el chico más popular y la chica más deseada del colegio. Ídolos del quidditch y de sus casas. Uno y uno, dos. Hecho. Pareja de foto. Ya los veo en la portada del Corazón de Bruja."

"¿Crees que a Cedric ella no le gusta?" pregunto yo con un hilillo de esperanza.

"¿A dónde vas otra vez con ese huevo, Cedric?" se oye de fondo, y Zacharías se interrumpe en lo que iba a decir.

"Al baño," responde sin pararse.

"¿Lo estás incubando poco a poco a ver si sale un dragón?" se ríe. Es el guasón de Rickett.

"Necesito meditar," sentencia antes de desaparecer tras la puerta.

Tanto el rubiales como yo suspiramos y luego él retoma mi hilillo:

"No sé si le gusta o no, pero hasta ahora Cedric nunca le había hecho ni caso. Y, sin embargo, por alguna razón que desconozco, hoy le ha pedido que sea su pareja y ella le ha dicho que sí, claro: yogurín al bote, ¡uno menos en la lista de conquistas pendientes antes de la graduación! Pero ya lo has visto," señala hacia la puerta por donde ha salido. "¿Tú a él lo ves ilusionado, exultante, sonriente por lo menos?" No lo he visto porque no he querido mirar. "No. Como mucho, aliviado. Creo que Chang no es más que un salvavidas ante la presión que tiene como campeón de Hogwarts en el puñetero baile. Ahora bien, si me preguntas por Ernie y Hannah, creo que es una medida desesperada que no beneficia a ninguno de los dos."

"¿A qué te refieres? Los veo muy contentos de ir juntos."

"Pero no van en serio, Justin. Todo forma parte del trato que han hecho."

Eso me deja sorprendido.

"¿Qué trato?"

"Lo cerraron en la biblioteca delante de nuestras narices, Justin, ¿no te acuerdas?"

Recuerdos del día de hoy vuelven a mí como un sopapo al cerebro. Mis propias tribulaciones me han hecho olvidar todo lo demás. Es cierto que hablaron de un pacto, pero...

"Hannah quiere dar celos al chico de Ravenclaw que le gusta y Ernie ha accedido a ser su cómplice. No sé cuáles son las verdaderas intenciones de Ernie, porque para empezar, si está con Hannah, no puede ir con ninguna otra; pero, ¿sabes qué? Habría preferido mil veces que Hannah fuera con Cedric. Así los dos tendrían la fachada cubierta y no habría falsas ilusiones ni desilusiones, ¿no crees?"

"¿Habrías preferido que fuera con Cedric?" me sorprendo.

"¡Oh, vamos! ¡Ernie es demasiado soso para ella!"

"Pues se llevan de maravilla."

"Incluso habría preferido que fuera contigo."

"No me imagino como pareja de Hannah. ¿Y tú?" le pico, a sabiendas de lo que realmente le escuece.

Pero en ese momento entra Susan, quien nos localiza enseguida y se acerca muy decidida a mí:

"Justin, he estado pensándolo y... ¿quieres ser mi pareja para el baile?" me suelta a bocajarro.

"¿Pero a ti no te gustaba uno que-?" se entromete el rubiales.

"¡No me hace ni caso, Zacharías!" le corta Susan rápidamente. "Y a este paso... ¿O es que ya tienes alguien con quien ir?" me pregunta preocupada.

"No..." vacilo.

"No tienes por qué bailar conmigo ni pasar toda la noche a mi lado. Lo que pasa es que no quiero acudir sola y, bueno, prefiero que sea con un amigo. Y bien, ¿qué me dices? ¿Te hace?"

Lo pienso dos segundos.

"Por mí vale," sonrío, estúpidamente aliviado. Ni se me había pasado por la cabeza buscar pareja, y la idea de ir de codiciado soltero no me seduce.

"¡Estupendo!" Susan se me abraza al cuello y se ríe con guasa: "Me pondré muy guapa para ti."

Zacharías titubea antes de intervenir, todo colorado:

"Oye... ¿puedo ir con vosotros? Me sentiré estúpido yendo solo."

"Eres estúpido, Zach, pero estaré encantada de ir contigo," replica Susan, burlona y feliz. "¡Qué bien! Seré la envidia de todas, acompañada por dos chicos tan guapos. Jo, jo, jo."

"No hace falta que nos hagas la pelota, ya has visto que no cuesta mucho convencernos," le digo, pero ella me ignora, nos abraza a los dos, nos da un beso a cada uno en la mejilla, y se va canturreando a su dormitorio.

Zacharías y yo nos miramos y sonreímos de oreja a oreja.

Bueno, el día no ha acabado tan mal, y la perspectiva del baile ya no tiene tan mala pinta.

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora