Justin, asúmelo: Estás atrapado en Hufflepuff con toda su fauna y flora. Lo peor que te puede pasar es que te mueras de aburrimiento. Y lo mejor... siempre termina cuando uno menos se lo espera. Pero siempre habrá un amigo cerca para recoger tus ped...
Para levantar los ánimos de la casa, el domingo por la tarde me tienen más de dos horas tocándoles la bandurria mágica y haciendo duetos con otros músicos mágicos o enseñando primeros acordes a novatillos decididos a seguir el noble arte del bardo Hufflepuff.
Para colmo, cada vez más gente se apunta a las lecciones prácticas de mugglelismo, o lo que es lo mismo, charlas interactivas de Estudios Muggles protagonizadas por alumnos de esa asignatura, futuros alumnos e hijos de muggles que cada vez van saliendo del anonimato para compartir experiencias.
Y es que ya no es ningún secreto lo de mis clases particulares a Cedric. Así que, para evitar acusaciones de favoritismo, me han pedido que hipoteque aún más horas de la tarde de todos los domingos para ayudar a los demás alumnos de todos los cursos. Y conmigo, los demás hijos de muggle que quieran colaborar. De este modo no me siento tan elemento representativo único, como en mi primer curso.
Por un lado, aunque no acaparar la atención tanto es malo para mi ego, lo compensa con creces la sensación de archipiélago muggle que formamos las islitas pequeñitas.
Los de primero de este año son majísimos todos ellos. Me encanta sorprenderles con cualquier cosa. Y si les dedico una balada a las niñas se me derriten (aunque siempre acaban mirando a Cedric de soslayo, que lo sé, que no soy tonto).
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al margen de que los Hufflepuff nos hayamos recuperado casi inmediatamente de la humillante derrota que, hay que recordar, no cae igual de mal en un Hufflepuff que en cualquiera de otra casa, los que sí que se han animado de lo lindo son los de Gryffindor. Sobre todo Oliver Wood, que ahora vuelve a saludar a Cedric por los pasillos.
"Sólo nos quieren para que ocupemos ése último lugar en el que nadie quiere acabar," musita Zacharías indignado de camino al entrenamiento.
"No es tan malo ocupar el puesto que nadie quiere. Te permite muchas libertades y elimina toda la presión: siempre puedes subir, nunca caer más bajo."
"Vaya un consuelo, capitán," comenta Rickett, uno de los golpeadores.
"Aquí os dejo," sonrío cuando llegamos a la entrada del castillo.
Últimamente cae cada cortina de lluvia helada que no sé cómo no se han muerto ya todos de pulmonía.
Por mi parte, prefiero ir a estudiar a la biblioteca. Además, necesito que Ernie me ayude con ciertas asignaturas. A menudo le pregunto si no seré una carga para él, a lo que invariablemente responde que "a mí también me encanta sentirme útil".
Hannah y Susan hoy no dejan de hablar sobre ese reloj dorado de arena tan bonito que siempre lleva colgado Granger del cuello. Otra vez Ernie ha fruncido el ceño de forma suspicaz. Sigue sin entender cómo Granger consigue ir a dos clases a la vez.
A mí, francamente, me importa un comino.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.