Justin, asúmelo: Estás atrapado en Hufflepuff con toda su fauna y flora. Lo peor que te puede pasar es que te mueras de aburrimiento. Y lo mejor... siempre termina cuando uno menos se lo espera. Pero siempre habrá un amigo cerca para recoger tus ped...
Hola, mi nombre es Justin Finch-Fletchley y hoy voy a hablaros de cierto grano en el culo llamado Colin Creevey.
Creevey es un hiperactivo Gryffindor de primer año, físicamente poquita cosa, fan acosador inquebrantable de Harry Potter y fotógrafo amateur.
A Creevey le encanta hacer fotos y es muy difícil verle sin su cámara. Va haciendo fotos a todo aquello que le impresiona por los pasillos, por los terrenos de Hogwarts y por el comedor. Está especializándose, dice, en retratar a gente mágica que le llama la atención. Sobra decir que Potter ocupa continuamente el monográfico semanal, y me sorprendería que no tuviera decorada la cama con fotos suyas.
Todo el mundo conoce su anormal y exacerbada obsesión por Harry Potter, hasta los Hufflepuffs, a los que nos toman por estar siempre en nuestro bello mundo campestre de flores y arco iris, osos amorosos que se abrazan, y vidas simplonas.
Lo que poca gente sabe es que este hijo de muggles se dedica a hacer fotos a los chicos y chicas más populares de Hogwarts para venderlas entre sus admiradores.
En el ranking de top ventas, el puesto número uno es para Cedric Diggory, porque "a los Slytherin no me acerco ni a dos metros y las fotos de Harry no se venden", me contó en confidencia un día el aspirante a paparazzi mágico; aunque, por lo visto, hay dos excepciones:
Una es su compañera Ginny Weasley, la menor de esa prolífica familia pelirroja, quien ha entrado este año a Hogwarts. Parece una chica muy dulce y simpática y, por lo que me ha contado Creevey, está coladísima por Potter.
La otra excepción es Draco Malfoy, quien le pide mercancía a escondidas de vez en cuando "para jugar a la diana". Un galeón a que se lleva las fotos al baño.
Lo que menos gente sabe es que Justin Finch-Fletchley es otra de sus víctimas de acoso y derribo preferida.
No descubrí la afición de Creevey por los chicos de pelo rizado hasta que me acorraló un sábado por la tarde a la salida del comedor y me pidió que fuera a dar una vuelta con él por el lago. Después de sacarme unas 10 fotos con y sin pose, me empezó a contar su vida y a tocarme el pelo como quien no quiere la cosa; y cuando ya empezó a sobar más de la cuenta le tuve que recordar que yo era mayor que él y que el calamar gigante a esas horas probablemente estaría hambriento.
Después de aquella primera toma de contacto con tacto, empezamos a llevarnos bien. En cierta forma. Me habló de crear un club de hijos de muggle, y yo le dije que esa era una idea de casquero.
"Mi padre es lechero, no casquero," me replicó.
"Lo que tú digas, virutilla."
Es tan enclenque que le cabría a Ernie en una pernera.
"Piénsatelo, ¿vale? Podríamos compartir nuestras experiencias en el mundo mágico y... y ayudarnos mutuamente a compensar nuestro desajuste entre ambos mundos y... y además, ¡sí, sí¡ ¡Podríamos invitar a sangre pura para que nos expliquen más cosas y así llevarnos menos sorpresas! Tú ya te habrás acostumbrado, pero yo todos los días me entero de cada cosa que se me queda cara de flipado."
Y yo que pensaba que esos ojos desorbitados eran su expresión natural...
"Está bien," acepté. "Lo consultaré con la almohada."
"Vale, y ahora, ¿me das un beso?"
"Cuando Snape se rape al cero, Dumbledore se marque un break-dance en mitad del comedor y MacGonagall se ponga minifalda y coletas."
Por desgracia, aquello no le desanimó. Sigue abordándome día sí y día también, insistiéndome sobre el club y suplicándome sin tregua que le sirva de enlace para pedir a Cedric un autógrafo. Cuando Colin ve a Cedric, se queda tan embobado como muchas de las chicas.
Debo reconocer que este año Cedric está más guapo, si cabe. Si tan sólo fuera un poco más abierto... Algunos le tachan de engreído, por celos; otros de Hufflepuff con pretensiones, por despecho; otros muchos, del equivalente mágico al "cuerpo Danone y cerebro petit-suisse". Todo envidia, pura envidia. Cedric es un buen estudiante y un chico majísimo. Sin embargo, es cierto que tiene pinta de ser el tipo de persona que se lleva bien con todo el mundo y con nadie en particular, como bien observó Ernie.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Por cierto, Colin Creevey no es mi único fan, ¿eh?
Sigo dándole a la bandurria mágica en la sala común durante los ratos libres, para memorizarme mis canciones muggles preferidas (porque es eso o no escucharlas, y yo sin música no puedo vivir), y vuelvo a tener siempre un pequeño corro a mi alrededor, que ya se atreve hasta elegir sus favoritas. Me han dicho que se nota que he estado practicando en verano con la guitarra que tenemos en casa; y yo he notado que mi música está empezando a afectar hasta a las plantas, porque algunas han empezado a bailar al ritmo de mis melodías. Además, he conseguido un puñado de partituras nuevas para traerme a la escuela, y es reconfortante saber que todos esos años de solfeo y piano a punta de pistola paterna no han sido en vano.
Por otro lado, he comprobado que a los de primer año también les gusta toquetearme el pelo y escuchar mis historias. Ernie se ha resignado a que los domingos por la tarde son para mi público. Hannah y Cedric se ríen de buena gana conmigo y de mí. A veces es difícil mandar a los pequeños a la cama porque están escuchando entusiasmados el desenlace de la narración de alguno de mis cómics o películas favoritos, donde la magia de ficción funciona de otra manera. Hasta los de último curso pegan la oreja disimuladamente.
No sé cómo lo hago, pero no consigo mantenerme anónimo ni como Hufflepuff.