Justin, asúmelo: Estás atrapado en Hufflepuff con toda su fauna y flora. Lo peor que te puede pasar es que te mueras de aburrimiento. Y lo mejor... siempre termina cuando uno menos se lo espera. Pero siempre habrá un amigo cerca para recoger tus ped...
El baile provoca tal revuelo hormonal por todo el colegio, que los profesores no dejan de abroncar a unos y a otras porque no paran de murmurar, cuchichear y cotillear durante las horas de clase, en los recreos, en el comedor, en los baños y hasta en la biblioteca (Madam Pince está batiendo su propio récord expulsando a gente).
La biblioteca estos días parece una discoteca, porque el colegio entero y parte del extranjero la está usando para ligar.
Un día vemos a Krum acercarse a Granger, intercambiar unas palabras en voz baja, y hacerla salir con él fuera para no volver ninguno en un buen rato (Cedric me comenta que Krum le había estado haciendo preguntas sobre ella en un par de ocasiones, pero que no había podido serle de mucha ayuda; no parece haberla necesitado, en cualquier caso).
Otro día vemos a Neville Longbottom sentarse junto a Ginny Weasley, carraspear cinco veces, atragantarse, recibir palmadas en la espalda por parte de la pelirroja, una bronca de Madam Pince y los chistes de tres estudiantes que se sientan cerca, antes de poder balbucear una torpe (y lo cortés no quita lo valiente) petición de que sea su pareja para el baile.
A Ginny Weasley, quien al ser de tercero no tiene ninguna posibilidad de asistir si no es con un alumno mayor, le acaban de hacer un gran favor, y se le nota en su pecosa cara. Sin embargo, pronto parece recapacitar sobre quién se lo está proponiendo y lo mira durante largos segundos antes de asentir su respuesta. Por la cara de tonto que se le queda, a Longbottom parece que le han adelantado la Navidad y su cumpleaños, todo junto.
"Ayer mismo Neville se lo pidió a Hermione a la salida de Herbología," susurra Susan. "Pero ella le respondió que no podía porque ya tenía pareja."
Menos mal que Krum es tan ágil para el amor como dicen que es en el quidditch.
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En nuestra casa, la formación de parejas va lenta pero firme, ya sea endo o exogámica.
El jueves después de comer, justo antes de las clases de la tarde, Ernie y Hannah, sentados frente a mí, no dejan de sonreírse, y es la primera vez que los veo tan desconcentrados en su estudio. Por mucho que agudizo el oído, no logro discernir de lo que están hablando, pero al ver cómo Hannah se sonroja y se retuerce las coletas, y como Ernie se atasca en sus enrevesadas frases, algo poco habitual, me puedo imaginar el tema.
A cierta distancia, y coincidiendo con que estos días estamos casi todos reunidos en la biblioteca con miras a adelantar deberes de Navidad, como buenos Hufflepuffs, Zacharías Smith no pierde detalle de la escena, con el ceño completamente fruncido y expresión de no haber hecho bien del vientre en por lo menos dos semanas.
"Pues dicen que van a venir a tocar las Brujas de Macbeth," comenta Susan en susurros, aparentemente ajena a la tensión que se corta con cuchillo en nuestra mesa, y a los angelitos con flechas que siguen disparando por toda la biblioteca, porque anda que no es descarada la gente: papelitos por aquí, avioncitos mágicos por allá, recaderos que te crió...
"Es genial, ¿eh? Me encantará escucharlos en directo. Este verano no dejaban de poner su último tema en la radio mágica," sonríe Cedric, pero observo que está guardando rápidamente las cosas. Antes de que pueda abrir la boca para preguntarle adónde va, hace un gesto de silencio y me indica con la mirada que le siga. Asiento, espero a que se despida y se vaya, y poco después me levanto yo como si se me acabara de ocurrir.
"Nos vemos ahora en clase, ¿vale?" les susurro a mis compañeros.
"Muy bien, Justin," sonríe Ernie, quien de inmediato devuelve la atención a Hannah, sin acordarse de bajar el tono de nuevo. "Entonces, ¿pactado?"
"Pactado," ríe ella, agitando las trenzas entre sus dedos.
Por el rabillo del ojo observo que Smith está destrozando la mesa con sus zarpas astilla a astilla, pero decido ignorarlo por mi propia salud mental.
Meneando la cabeza, salgo de la sala principal de estudio y veo que Cedric me está esperando escondido detrás de una estantería. Logro no sobresaltarme, ni reírme como un idiota por la situación, ni pegarle una colleja por tanto misterio, y lo sigo por los pasillos llenos de libros hasta un rincón perdido donde sólo he visto a Granger merodear más de la cuenta en ciertas ocasiones (sección de libros de Historia, básicamente).
Allí, sin más preámbulo, Cedric me tira de la túnica hasta envolverme en un cálido y asfixiante abrazo que me deja sin habla y sin pensamientos coherentes. La biblioteca desaparece completamente de mi campo de visión y percepción, y durante casi medio minuto sólo siento la ropa, los huesos y el latido del chico que tengo apretado contra mí.
"Mmm... Cedric," murmuro plácidamente en su cuello (tal es aún la diferencia de altura).
"Justin... Justin, es importante que te lo diga," se separa, me mira, se muerde el labio. Frunce el ceño, lo desfrunce. Me mira a los labios, vacila. Me mira a los ojos, suplica. "Mira, yo lo que de verdad quiero-" Sus manos están dejando marca en mis hombros y mi corazón está bailando la tarantela. Pero antes de que Cedric pueda articular cualquier otra palabra, se escucha un pequeño revuelo e instantes después una lechuza aparece por encima de la estantería más cercana, portando un sobre rojo que deja caer entre Cedric y yo: Un vociferador.
Cedric palidece en el acto. A mí me cuesta un par de segundos procesarlo. Ambos nos miramos.
Un instante después, intentamos salir allí cagando leches, pero este vociferador parece más urgente que cualquiera de los que he visto hasta ahora (que han sido bien pocos), y apenas hemos entrado en los baños anexos a la biblioteca, cuando el sobre se desata y la voz de Amos Diggory se hace eco contra los azulejos:
"CONFÍO EN TI PARA DEJAR ALTO TANTO EL PABELLÓN DE TU CASA COMO EL NOMBRE DE LA FAMILIA," toma aire y añade: "PARA PRESERVARLO," y concluye en tono cortante: "Y PARA PERPETUARLO. NO ES MOMENTO DE PENSAR EN TI MISMO, HIJO MÍO. DEBES ACTUAR CON RESPONSABILIDAD, COMO SIEMPRE TE HE INCULCADO. ¡CONFÍO EN TI!"
Acto seguido, el sobre se autodestruye y el silencio va invadiendo de nuevo el mundo.
La expresión de horror en la cara de Cedric justifica que no pueda ni mirarme: sus ojos grises, desconcertados, se han quedado estáticos ahí donde antes hubo un malévolo sobre vociferador.
"No creí que pudiera llegar a estos extremos, Justin," musita, con voz agonizante. "A una alerta semejante... Con tanta premeditación... Lo sospecha, Justin, desde este verano; de alguna manera lo sabe; creo que soy cuidadoso, pero en algo se me ha tenido que notar..." no puede seguir porque esta a punto de hiperventilar. "¡Esto es una pesadilla! ¡Mi padre lo sabe!"
Mi padre no es Amos Diggory, pero yo tampoco querría que lo supiera. En estas edades en la que no tenemos las cosas del todo claras, creo que cualquier intromisión mal dirigida puede ser nefasta. Por primera vez soy plenamente consciente de la presión que siente Cedric y, al verle temblar, instintivamente doy un paso hacia él para reconfortarle. Pero Cedric esquiva el contacto.
"Justin, lo siento, necesito... Necesito buscar una solución," sonríe de forma quebrada y forzada, y sale apresuradamente, dejándome solo en el baño.
Patidifuso, paso las clases de la tarde en blanco, sin poder pensar ni sentir nada. Sin querer pensar para no sentir nada. Las clases son una excusa para jugar, en muchos de los casos, como en esta clase de Flitwick. Hannah y Susan cuchichean felices porque las vacaciones comienzan mañana.
Ernie me pregunta qué mosca me ha picado, siempre alerta a mis cambios de humor, pero yo no tengo ninguna gana de que me hable de los planes que tiene con Hannah, así que respondo escuetamente y no doy pie a conversación.
De regreso a la sala común tras la cena, el mundo se me viene encima cuando me entero de que Cedric le acaba de pedir esta misma noche a Cho Chang que sea su pareja para el baile.