Por la mañana me siento raro.
Por un lado, estoy avergonzado de mí mismo y de mis pensamientos impuros, y me asusta el impulso loco que me invadió la noche anterior en la cama junto a Ernie. Sé que la culpa fue de las hormonas y de la noche, que me confundió, pero como no es la primera vez, no soy tan estúpido como para no darle importancia.
Por otro lado, aún siento la necesidad. No es una necesidad de la que puedas hablar a menudo con alguien, y menos con tus compañeros, dada la condición particular. Si es verdad que Cedric tiene una tapadera, a mí me daban dos. Y no ayuda saber que ambos tenemos la misma necesidad, cuando él me está evitando para no caer en tentaciones. Ni tampoco ayuda sospechar, aunque sea remotamente, que mi mejor amigo y compañero de la cama de al lado también la tiene, cuando sé que basta meterme bajo su colcha para hacerle caer en la tentación. A su manera, los dos me hacen sentir como un diablillo tentador que solo existe para corromperles, cuando yo sólo quiero repartir cariño y amor.
En la mesa durante el desayuno evito el contacto visual con Ernie, algo fácil porque está sentado a mi lado. Al otro tengo a Zacharías, discutiendo de forma absurda con dos chicos menores, mientras Susan y Hannah le tiran migas de tostada cuando no las mira.
Ernie debate de forma resabida con dos chicos mayores mientras yo como en silencio, pero su sola presencia siempre ha bastado para reconfortarme. Ahora mismo, mis amigos me dan muchísimo calor. Debe de ser la Navidad, que me atonta. Siempre he sido un sentimental.
Con un rápido movimiento, me pongo en pie y tiro a Hannah de las dos coletas antes de que tire otra miga a Zacharías. Susan contraataca y empieza a tirármelas a mí.
El jueves 22 la mayoría de los Hufflepuffs hemos terminado todos los deberes de Navidad, y pasamos la tarde de relax en la sala común.
No estamos acostumbrados a tener tanto tiempo libre, y a muchos este ambiente de cálida unidad y relajación nos recuerda al campamento del verano anterior. Sobre todo porque, de los mayores, estamos casi todos los protagonistas de aquella aventura.
Cantamos unas cuantas canciones junto al fuego, desplegando efectos visuales festivos; charlamos animadamente mientras comparto con peques, bardos y golosos algunas chuches muggles que me quedaban en reserva, aprovechando que mis padres me surtirán de nuevo con los regalos de Navidad (eso sí, ¡mi último TWIX es mío!, y lo devoro con auténtico placer, goce y fruición); y por la noche contamos historias de miedo antes de dormir.
Como mi cara lo refleja todo, y mi cuerpo se pega instintivamente a él, Ernie nota mi inquietud durante la última narración terrorífica: siempre me han dado mucho miedo los zombies.
"Si quieres que nos vayamos, te acompaño," me ofrece en un susurro, y yo asiento aliviado. "Me muero de sueño," dice en alto. "Chicos, yo me despido ya."
"Me apunto," digo yo con un bostezo exagerado.
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¡Hufflepuff Existe!
FanfictionJustin, asúmelo: Estás atrapado en Hufflepuff con toda su fauna y flora. Lo peor que te puede pasar es que te mueras de aburrimiento. Y lo mejor... siempre termina cuando uno menos se lo espera. Pero siempre habrá un amigo cerca para recoger tus ped...