De forma apresurada y furtiva, Cedric me saca del colegio y me lleva por la gruta de rosales iluminados por hadas diminutas, esquivando aquellos recodos con gente sentada en bancos.
Ningún encuentro, ninguna pregunta.
De pasada veo a Potter y a Wesley, escondidos detrás de un arbusto, espiando a alguien. O eso quiero creer. Y cada arbusto que pasamos parece esconder una parejita. Qué desvergüenza. Sólo falta Colin Creevey haciendo fotos, menos mal que no puede asistir. ¿Y a mí por qué me late así el corazón, demonios?
"¿Adónde-?"
"A un lugar donde podamos estar tranquilos. Sprout me dejó una copia de la llave, así que a menos que le de por regar las mandrágoras a medianoche, nadie nos molestará."
"Creí que no teníamos nada más que hablar... sobre aquello."
"Y no hay nada más que hablar. Ya nos lo hemos dicho todo, con y sin palabras. Ahora toca actuar. Cuidado que ahí hay alguien, no los pises. Argh, creo que eran Fleur y Davies," comenta cuando los dejamos atrás.
Madre mía qué desvergüenza tiene esta sirena, pienso al verles dándose el lote.
Ya veo el primer invernadero. Todo cobra sentido. Mis orejas no dejan de zumbar y tengo la chuleta de ternera que he cenado dando saltos mortales en mi estómago. Cedric parece buscar uno en concreto. Probablemente el último. Ah, pues no. Sonrío a la forma que tiene de guiarme del brazo, pero me vuelve a dar un algo cuando llegamos ante el elegido y frena en seco para abrir con mano temblorosa. Maldice por lo bajo, y cuando por fin abre la puerta me introduce dentro sin ninguna ceremonia y con mucha impaciencia.
Todo está oscuro, pero los ligeros sonidos procedentes del interior bastan para reconocer el invernadero de las mandrágoras. Cedric no hablaba metafóricamente. Me sobresalto cuando le escucho cerrar la puerta con llave detrás de nosotros como si el llavero estuviera poseído.
Una vez garantizada nuestra privacidad, vuelve a tirar de mí con ímpetu y me lleva a la otra punta del pasillo, al lavabo de las herramientas, contra el cual me apoya, me recuesta y me besa, oh dios mío, ¡sí, me besa!
Me besa de una forma increíble, incontenida y torpísima, que por un lado nos llena a ambos de saliva, y por otro me deja las piernas tan flojas que me desplomo al suelo sin remedio en cuanto me suelta para tomar aire.
Cedric cae conmigo, acariciándome la cara, los cabellos y los labios con un frenesí casi enfermizo; pero mi mente no está ya para mucha reflexión, y mi cuerpo empieza a responder solo: Mis manos van a su maravilloso pelo negro y no se mueven de ahí, aprovechando para bajar su cabeza y que vuelva a besarme, ¡por favor que vuelva a besarme como antes!
Cedric capta la idea y, encantado, vuelve a empotrarme contra el mueble, sentados ambos en el suelo con las piernas hechas un lío y los cuerpos incrustados bajo la ropa, ansiosos por tocar cualquier parte al alcance, e intentando coordinar el movimiento de nuestras bocas sin chocar los dientes.
El mundo se reduce a este sueño delicioso, a esta realidad alternativa que Cedric acaba de crear para mí, porque estoy seguro de que cuando salga de este invernadero apareceré en la entrada de los baños, solo, una vez más. Pero ahora no, ahora no lo estoy. En este momento Cedric es sólo mío.
"¡Y yo que pensaba que este baile nos había separado definitivamente!" jadeo contra sus labios.
"Justin, idiota, hace tiempo que tienes mi corazón en tus manos y tú te preocupas por un estúpido baile," responde, apretándome bien fuerte contra él.
"Cedric, cretino, hace tiempo que canto mis penas por ti, y tú te pones celoso porque intente pasar el maldito baile lo mejor y más rápido posible," contraataco, cubriéndole de besos. ¡Qué ganas le tenía, ay, qué ganas!
"Si ya sé que aquí el único imbécil soy yo, por pensar alguna vez que podría pasarme sin esto... sin ti," confiesa.
Y me explica de su boca, por fin, lo que yo ya sospechaba: que con todo el colegio pendiente de cada uno de sus movimientos, y con el aliento de su padre en el cogote como un sabueso desconfiado, temía que si cedía a sus impulsos, la vergüenza de ser descubiertos nos arruinaría la vida.
"Pero quién me iba a decir que tu indiferencia hacia mí me iba a quitar el sueño más que la primera prueba del Torneo de los tres magos," me besa la sien. "Que verte con otros disfrutando de la fiesta me iba a devorar por dentro," me besa una mejilla. "Que no soportaría la sola idea de que me sustituyeras con..." me agita un poco antes de añadir, mirándome a los ojos guasiserio: "Susan, vale. Zacharías, me cuesta. Pero Pansy Parkinson..."
"No es mucho mejor que Chang, ¿no crees?"
Cedric suspira con impaciencia.
"El campeón de Hogwarts necesita a Cho. Yo te necesito a ti, ¿lo entiendes ya?"
"Lo primero lo tenía claro. De lo segundo no estaba muy seguro."
"Pues no vuelvas a dudarlo. Ahora, olvídate de Cho, ¿quieres?" me agarra los mofletes y me besa la nariz. "No sé si lo notarás, pero yo lo estoy haciendo."
"No, si lo estás haciendo francamente bien," le respondo pletórico, mordiéndole sugerentemente toda la línea del cuello.
Cedric cierra los ojos dejando escapar un gemido prolongado; y ya está metiendo una mano por debajo de mi túnica de gala, cuando oímos una serie de ruidos procedentes de la puerta. Al final se abre con violencia y alguien se asoma al interior, oteando en la oscuridad.
Ambos nos quedamos muy quietos, respirando con cautela y rogando por que nuestro escondite sea bueno. El intruso da un par de pasos que terminan por confirmar su identidad: hay una pata de palo de por medio. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza cuando siento su ojo de cristal fijo en nosotros a través de los tiestos dormidos.
Pero Ojoloco Moody no parece tener intención de dar cuenta de nosotros, porque de inmediato inicia la retirada, no sin antes soltar una frase que, pese a dejar constancia de que no va a delatarnos, y pese a estar yo bien abrigado en los brazos de Cedric, quien me sujeta con fuerza posesiva y protectora, hace que un escalofrío me recorra de pies a cabeza:
"Esto es increíble: ¡Además de sangre sucia, maricón!"
ESTÁS LEYENDO
¡Hufflepuff Existe!
FanfictionJustin, asúmelo: Estás atrapado en Hufflepuff con toda su fauna y flora. Lo peor que te puede pasar es que te mueras de aburrimiento. Y lo mejor... siempre termina cuando uno menos se lo espera. Pero siempre habrá un amigo cerca para recoger tus ped...
