En casa de Ernie

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Las casas familiares de los magos no son tan diferentes a las de los muggles por fuera; sin embargo, por dentro es otra historia.

La casa de Ernie no es el Palacio de Buckingham, pero está decorada con... elegancia y refinamiento, por decirlo de alguna manera. Imagino que no todo el mundo podrá permitirse tener 3 elfos domésticos (en mi casa sólo tenemos una asistenta que viene por la mañana y se marcha por la tarde, y que libra un mes en agosto, como cualquier empleado a tiempo completo).

Me hace gracia pensar que son como el mayordomo, el ama de llaves y la cocinera.

Por lo pronto me presentan al primero, Pumky ("¿Pumuky" "No, pumky. ¿No ves que tiene color calabaza?"), y cometo la incorrección de estrecharle la mano con un "mucho gusto", tras lo cual me mira con ojos desorbitados y me dedica tal reverencia caminando hacia atrás a lo Moonwalker, que casi barre todo el suelo con la cabeza desde la chimenea por la que acabamos de salir hasta las escaleras que, como me informa Ernie, conducen a las cocinas.

Sus padres se ríen de buena gana y Ernie, algo azorado y aguantando la risa, me tira del brazo para empezar a enseñarme la casa.

Para cuando llegamos a su cuarto, creo que mi mandíbula ya no puede desencajarse más ni mis ojos pueden asomarse tanto sin volcar sobre sus órbitas, pero se demuestra que estoy equivocado cuando Ernie abre el arcón de sus juguetes de la infancia, y presencio la primera batalla real de mi vida entre indios y vaqueros de juguete.

"Son viejos, pero aún se mantienen en forma," sonríe orgulloso Ernie mientras los indios masacran a los que no huyen despavoridos gritando "¡RETIRADA!" y saltan luego al arcón. Felicito a los vencedores y éstos ejecutan la danza de la victoria alrededor de nosotros.

"Son fantásticos," babeo yo. En estos momentos cambiaría mi consola por ellos.

Los demás juguetes son interesantes, pero no tan fascinantes, por lo que después de la opípara cena de bienvenida logro convencer a Ernie de que permita a los vaqueros tomarse la revancha antes de irnos a dormir

Los  demás juguetes son interesantes, pero no tan fascinantes, por lo que  después de la opípara cena de bienvenida logro convencer a Ernie de que  permita a los vaqueros tomarse la revancha antes de irnos a dormir

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Las primeras dos semanas estudiamos casi todo el día. Ernie se demuestra un tutor inflexible y enseguida queda patente lo mucho que me he perdido durante el curso.

Gracias a un permiso especial de Dumbledore y a un acuerdo con Madam Hopkirk, del Departamento de uso ilegal de la magia por menores, podemos practicar hechizos con la varita durante dos horas específicas por la mañana, así que eso es lo que solemos hacer para ir calentando, y también porque es lo más divertido.

Memorizar encantamientos, fechas de historia e ingredientes de poción no me motiva tanto. Pero con ayuda del constante Ernie y de mi buena capacidad para el estudio (cuando me lo propongo y me apetece, claro), en ese tiempo nos ventilamos tres cuartas partes de la materia.

A partir de la segunda mitad de agosto nos lo tomamos con más calma, puesto que además la última semana la vamos a pasar en la casa que los abuelos Macmillan tienen en la playa, con los primos de Ernie.

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora