Romeo & Juliet

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Había rumores de que Cho Chang no se había recuperado de sus heridas y quizá no podría jugar, pero el día del partido se demuestra que no es así: El enfrentamiento entre ella y Potter es inevitable. Tengo mucha, mucha curiosidad.

Madam Hooch ha seguido supervisando todos los entrenamientos de Gryffindor por miedo a un ataque de Sirius Black.

 Y al parecer McGonagall por fin ha devuelto a Potter la Saeta de Fuego que alguien le regaló por Navidad. Será huérfano y todo lo que quieras. Habrá pasado una infancia terrible. Pero tiene un ángel de la guarda con una cuenta en Gringotts que ni los Malfoy: Ellos sólo se pueden permitir Nimbus 2001, no Saetas de Fuego. Claro que una Nimbus 2001 para cada miembro del equipo también les costó una fortuna. No sé si compensa el hecho de que Malfoy juegue. Al fin y al cabo, Potter siempre le gana.

Para empezar, los Slytherin tienen tal cara de patidifusos cuando Potter hace su aparición triunfal en el comedor la mañana del partido portando su magnífica Saeta de Fuego, que me alegro de que Creevey esté al tanto y sacando fotos. ¡Esas las quiero! ¡Vaaamos! Todo el comedor está en éxtasis. De todas las mesas nos acercamos para verla más de cerca. Cedric incluso le felicita por haber encontrado un repuesto tan bueno para la que se partió después del partido. Pobrecito, seguro que aún siente remordimientos. Pero qué tonto que es. Se lo digo de vuelta a la mesa con una sonrisa de oreja a oreja:

"De lo bueno que eres, eres tonto, Capitán."

"Eso ya se lo repito yo todos los días, Justin," gruñe Zacharías desde su asiento.

Aunque no sé si es más tonto ese prefecto de Gryffindor y delegado de Hogwarts, Percy Weasley, que se ha apostado diez galeones con su novia de Ravenclaw a ver quién gana. Para empezar, ¿tiene un Weasley 10 galeones de sobra para apuestas? No entiendo nada.

Con los prismáticos mágicos que usamos por turnos no me pierdo detalle de los preliminares al encuentro

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Con los prismáticos mágicos que usamos por turnos no me pierdo detalle de los preliminares al encuentro.

 El día está claro y despejado, ideal para el quidditch. Y sin embargo Gryffindor lo lleva chuungo, chuuungo. Ahí está Cho Chang, contoneándose como una pava. Soy testigo presencial de honor en la distancia del momento en el que Chang hace uso de su ataque especial "sonrisa modosita" y a Potter se le ruborizan hasta las cejas, mientras los capitanes andaban estrechándose felizmente las manos. Qué pena que Davies no lo haya visto: igual se ponía celoso y se desconcentraba él también. Pero todo ha sucedido muy rápido, como el comienzo del encuentro.

Increíble: ya he perdido de vista a Potter. Con esa escoba, si intento seguirle más de diez segundos, acabo con el cuello retorcido. Le paso los prismáticos a Ernie y sigo el juego con mis ojos, mientras Lee Jordan nos ameniza con sus comentarios absolutamente imparciales, sí señor.

En la segunda batalla por la snitch, Wood anima a Harry a que haga justo lo contrario de lo que Cedric hizo: dejar las caballerosidades para los que montan a caballo, no a escoba. ¿Y he oído bien ese "¡Derríbala si hace falta!"? Sí, debe de ser, porque Zacharías se está relamiendo.

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