De compras en el Callejón Diagón

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Tras las presentaciones de rigor entre ambas familias (hay que tener en cuenta que es la primera familia mágica que mis progenitores conocen, pero como los Macmillan también tienen cierto nivel, congenian bien), doscientos achuchones humillantes de mi madre y un "Recuerda: no hables con basiliscos extraños" de mi padre, entramos en el Callejón Diagon.

Ernie y yo tenemos breves segundos para intercambiar impresiones generales sobre el mes de julio que hemos pasado separados, antes de que su madre comience a coserme a preguntas y su padre, como quien no quiere la cosa, me remate.

"Mi familia es una de las sagradas 28. Pura sangre de raza y orgullo legítimo hasta los tiempos de los fundadores de Hogwarts y aún antes," me explica Ernie por lo bajo. "El mundo muggle supone un abismo casi inexplorado para ellos." Y luego me confiesa, sonrojado, que piensa apuntarse a Estudios Muggles este año "para entender mejor todas tus manías".

¡Ja! ¡Mis manías, dice! Hasta entonces no lo había pensado, pero en ese mismo instante decido que yo también elegiré esa optativa. Mmm. Sí, será pan comido. Y además podré colaborar con mi propia experiencia.

En el Callejón Diagon realizamos algunas compras rápidas. En cierto momento sus padres detienen su interrogatorio y se separan de nosotros para ocuparse de otras compras, llevándose con ellos mi equipaje con un hechizo levitador. Quedamos a una hora en la Oficina de transporte con polvos flu o como se llame, que jamás he usado, y Ernie y yo vamos a por los libros para el curso que viene. Por el camino hablamos del aviso por televisión muggle y por El Profeta sobre la fuga de Sirius Black de Azkabán (cuyos carteles de "SE BUSCA" están por todas partes) y de las nuevas emociones que nos esperan en tercero.

"¡Podremos visitar Hogsmeade!" celebro emocionado.

"Es una ciudad mágica como otra cualquiera," es el jarrazo de agua fría de Ernie.

"Da igual, pero es salir de la prisión."

"Menos tiempo para estudiar los sábados."

"Pues tú quédate estudiando, yo me llevo a Hannah," le provoco.

"Si llevo las cosas al día, no habrá problema," pica el anzuelo. "Pero tendré que empezar cuanto antes. He calculado lo que necesitaremos hacer estas semanas, y va a ser un poco más intenso que mi ritmo habitual."

"Ernie, no me digas que estudias en verano por costumbre," me horrorizo.

"Excepto cuando vamos a la playa a ver a mis primos. Es que en casa no hay mucho más que hacer," se encoje de hombros.

Tardo unos cinco segundos en asimilar que si yo creía que Ernie era empollón, resulta que realmente lo es por triplicado: ¿Qué loco se pasa el verano estudiando? Y peor aún: estudiando los libros del curso siguiente.

"Cedric también lo hace," añade como si me leyera el pensamiento. "Y de Granger no te quepa la menor duda."

Ante una respuesta semejante, me limito a menear la cabeza con los ojos en blanco y le recuerdo que el objetivo de que estudiemos juntos es que repasemos lo del año anterior, no que adelantemos materia.

"Tranquilo, Finch-Fletchley, que habrá tiempo para todo. Al menos para mí. En tu caso, tienes excusa," sonríe forzadamente, dándome a entender de dónde le viene la presión.

"Bueno, pero como ya tienes suficiente responsabilidad conmigo, tus padres lo comprenderán y no se pondrán muy plastas, ¿no?"

"Al menos espero poder mirarme todo el temario de Herbología y Pociones. Hay demasiado que memorizar y no pienso dejar que Snape me pille desprevenido."

Snape es consciente de la superioridad intelectual de Ernie respecto a la media de estudiantes y no pierde ocasión de ponerle a prueba para intentar dejarle en evidencia en un día de descuido. Por suerte, Snape no entiende el espíritu Hufflepuff: no nos afectan las derrotas y las humillaciones como a los Slytherin o a los Gryffindor. Cada fracaso es un nuevo impulso para la autosuperación. Alcanzar la meta no es lo importante, lo que cuenta es el esfuerzo.

Hombre, no voy a negar que fastidia, que duele, que pica. Que jode. Pero con dormirlo una noche nos suele bastar. A no ser que nos sintamos traicionados: entonces no olvidamos fácilmente. No nos importa ser derrotados, mientras que sea limpiamente. Y la limpieza no es algo por lo que se caractericen los Slytherin. Por eso Hufflepuff detesta a Slytherin.

 Por eso Hufflepuff detesta a  Slytherin

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¿Ese libro va a ser el de Cuidado de Criaturas Mágicas? ¿Quién será nuestro profesor, Godzilla?

"Hagrid," responde Ernie mientras salimos de la librería, aplastando el mamotreto contra su pecho con sus fuertes brazos. Es entonces cuando me doy cuenta de que la considerable diferencia de talla entre ambos no hace sino crecer. Nada más verle me había llamado la atención lo que había aumentado en tan poco tiempo la distancia entre nuestras cabezas. Sólo ahora me fijo en los hombros. Él el armario, yo la percha.

De camino a la Oficina de flus o lo que sea, deseo con todas mis fuerzas no encontrarnos a Potter hoy. Pese a que las mariposas parecían haberse desvanecido a final de curso, prefiero no tentarlas. ¿Y si vuelven y me quedo el resto del verano con ganas de verlo de nuevo? Mejor correr ese riesgo en Hogwarts, donde compartimos todas y cada una de las comidas (a cierta distancia) y al menos una asignatura, y puedo asegurarme fácilmente de que es sólo admiración lo que siento, única y exclusivamente admiración.

No es cobardía, ¿eh? Son ganas de pasar agosto sin comerse la cabeza. Se está mejor sin pensar en nadie.

Ernie me conduce a un local con numerosas chimeneas por las que no deja de aparecer y desaparecer gente entre nubes de humo. Sus padres nos aguardan con varias bolsas levitando a su alrededor y un saquito en la mano. Vamos allá...

¡Qué mareo!

¡Pero es mejor que una montaña rusa! ¡Uooojojoooo!

¡Hufflepuff Existe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora