Capítulo 12 - ¿Es esta la fea? Se ve bién buena para mí!

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Ya había esperado veinte minutos y cuando vio que ella no regresaba, fue tras ella al dormitorio. Estaba preocupado, la chica se veía tan mal antes que se preocupó que se había desmayado y golpeado en la cabeza.

  En el piso superior, él notó que la casa no era tan pequeña como parecía. Caminando por los pasillos, encontró una puerta cerrada. Al pasar por el baño, escuchó el sonido del agua, pero no lo notó hasta que escuchó un llanto. Como la puerta no estaba cerrada, decidió entrar, con cuidado Betty debe haber estado llorando en secreto. Armando se acercó con cuidado para no asustarla.

 Allí, el agua de la ducha se llevaba el llanto de Betty al suelo, mientras ella estaba desnuda, totalmente desnuda, con los brazos estirados y los ojos cerrados, toda mojada del pelo a los pies. Su cuerpo era hermoso. Todo estaba en su lugar, sus piernas firmes y anchas, sus senos eran dos bolitas redondas perfectas, su cuello era largo, su cintura delgada, su cabello largo y oscuro, cubría sus pezones como cortinas de seda negra. Era una diosa, una Venus bronceada. Con la boca abierta y totalmente estupefacto, Armando estaba inmóvil, solo una parte de su cuerpo reaccionó y tuvo una excitación instantánea.

¿Es esta la fea? Se ve bien buena para mí – piensa Armando.

Betty tenía los ojos cerrados, dejando que el agua cayera sobre su cuerpo mientras lloraba. El deseo de Armando en este momento no era solo consolarla, sino hacerla llorar de placer y olvidar todo lo que habían dicho de ella, no era fea, no había nada feo en su cuerpo, era hermosa y deseable.

-Ma-ma ser-ser. - murmuró Armando en monosílabos, finalmente logró mover las piernas, atrapado en esos ajustados pantalones de tanta excitación.

Tan absorto estaba que se acercaba poco a poco, hipnotizado por aquella imagen. Su mano deseaba llegar al destino deseado: el cuerpo de Betty. Quería rendirle homenaje, ponerse de rodillas y lamer hasta la última gota de su cuerpo, luego tomarla en sus brazos y sumergirla bajo el agua de la ducha para hacerla conocer el amor. No sabe si podría controlarse. Al pasar por el banco, dejó caer algo al suelo, sorprendiendo a Betty, lo que lo hizo despertar del trance.

-¿Quién está ahí? -preguntó Betty, sin sus anteojos y con los ojos empañados por el agua.

Armando se dio la vuelta y, como pudo, salió corriendo del baño.

-¿Quien está ahí? - repitió Betty

Armando bajó las escaleras a trompicones y se sentó en el sillón. Mientras tanto, Betty cerró el grifo, tomó sus anteojos y se puso la bata.

-Oh, eso fue todo, ¿cómo se cayó esta jarra?, ¿pero cómo?

Envolvió su cabello en una toalla. Entró a su dormitorio vestida con la bata, que se quitó para ponerse un pijama de franela. Entonces, al ver las cobijas por el piso, recordó que Armando estaba en su casa. Se puso roja, lo había olvidado. Se soltó el pelo y lo peinó como de costumbre.

Bajó las escaleras con las cobijas y el pijama que le había separado.

-¡Don Armando!

Armando fingia dormir en el sillón, Betty lo encontró así y quedóse encantada. Armando abrió un solo ojo para mirarla. Ella estaba en pijama tapada de pies a cabeza, con el pelo mojado, lentes. Él sonrió para sí mismo.

Betty sintió una ternura en su corazón al verlo dormiendo, Tocó suavemente su rostro, tratando de despertarlo. Decidió repetir.

-Don Armando.

-Ay, Betty. – Dijó Armando, fingiendo bostezar, se estirando.

- Perdona por tardar tanto. Aquí está la ropa. Ojojo! Hay un nuevo par de pijamas que mi papá no usó.

Daniel Valencia,  presidente de ECOMODADonde viven las historias. Descúbrelo ahora