Capítulo 26

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    Después de que Armando la deje en la puerta, Betty, todavía mareada de placer, tiene dificultades para subir las escaleras, todavía flotando por haber sido el objeto de placer de Armando, sin darse cuenta de que unos ojos femeninos la estabán mirando. Ni siquiera comió, se recostó en la cama sintiendo todavía el cuerpo de aquel hombre enorme y fuerte que hacía apenas unas horas cuidaba su cuerpecito. Fueron tres veces. A pesar de haber tenido una experiencia sexual anterior, había sentido más dolor que otra cosa, muy diferente a todo el placer que Armando le había hecho sentir esa noche.

-¿A él también le gustó? No tengo tanta experiencia.

Así que se acostó, abrazando su almohada, soñando con él.

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Cuando Betty llegó, era casi de mañana Solo había dormido media hora, claro como estaba sin dormir de tanto ser amada quería seguir durmiendo y aunque era fin de semana, los Pinzón se levantaban temprano para ir de compras y arreglar la casa. Así sus tías fueran a despertála por orden de Hermes.

-¡Ay, no tías, déjenme dormir! ¡Me despierto temprano todos los días de la semana! - Dijo Betty adormilada.

-¡Está bien! - Dijo el mayor.

-¿Dónde está la niña? -preguntó Hermes.

-Tratamos de despertarla, pero pidió seguir durmiendo.

-¡Julia, sube y llámala!

-¡Ay, Hermes, estás tan cansado, pobrecito, despiértate temprano toda la mañana!

-¡Yo también, Julia!

-Déjala, Hermes, solo hoy.

-¡Las tías están aquí!

-¡Si es por nosotros, déjala dormir!

-Sí, deja que la chica descanse. - dijo la tía Clarisse

-Pero mucha cosa para hacer. - Dijo la otra tía.

-Hacemos nosotras y cuando se despierta ayuda.

Nicolás había venido a saludar a las tías que hacía mucho tiempo que no veía y, como siempre, les pareció muy guapo.

-¡Otras que tienen que graduar los lentes, don Hermes!

-¡No seas grosero, pozo sin fondo!

-¡Come un poco, Nicolás, estás muy flaquito!

-¡Ay, hola, Nicolás!

- ¿Solo ahora despertó, Betty?

-Sí, estaba muy cansada.

Las tías, así como Júlia y Nicolás vieron un brillo en los ojos de Betty, sabían que era diferente a lo que siempre fue.

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Había sido un hermoso fin de semana. Después de despertarse, todavía oliéndolo, se sintió renovada. Contento, después de haber pasado la mejor noche de su vida. Su padre interpretó todo como felicidad por tener allí a sus tías, pero su madre sabía que ella era así por otra cosa, al igual que sus tías.

-¡Beatriz!

-¿Sí, tía Clarisse?

-¿Ya te enamoraste de alguién?

-¿Cómo?

-Sí, si ya se ha enamoró.

-¿YO?

Ojojo! Tía, ¿quién se quedaría conmigo?

-Cualquier hombre que busque una buena chica de corazón noble, dulce, inteligente, buena compañía.

- Tía, yo...

Daniel Valencia,  presidente de ECOMODADonde viven las historias. Descúbrelo ahora