Capítulo 24- El cumple de Armando

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Todos los viernes, Betty tenía algunos mandados que hacer en la oficina a la hora del almuerzo y también antés de irse a casa. Entonces Betty adelantaría su trabajo en la oficina y saldría temprano para los bancos y como acordado, Armando pasaba para llevarla a los bancos. Otras veces era por la mañana, cuando iba a la Cámara de Comercio a llevar la documentación que faltaba para que los clientes abrieran o regularizaran sus empresas. Así que ellos aprovecharon para verse. Ese viernes, como siempre hacían, no iba a ser diferente. Armando la había recogido en la puerta de la oficina, irían a la oficina de registro y luego la llevaria a su casa donde tomaban la merienda que siempre le ofrecía doña Júlia y iba a llevar a Betty al cine, teatro, concierto o cualquier excusa para seducirla poco a poco.

Pero este era un viernes diferente: Armando no llevaría a Betty a ningún lado. Lo había planeado durante semanas, todo saldría perfecto. No podía negarle esta vez, después de todo, era su cumpleaños, y Betty sabía muy bien lo que quería como regalo. Y sería perfecto si don Hermes, a quien ya no le gustaba que su chica saliera todos los viernes, no se oponía.

-¡No señor! –dijó Hermes el jueves -¡Mañana, la niña no va a salir con usted!

-Pero ¿por qué no, don Hermes?

-¡Porque nos visitarán las tías Pinzón!

Armando iba a preguntarle qué tenían que ver él con eso, cuando don Hermes empezó a decirle que eran hijas del tío Lázaro y que sería un desaire salir y no estar con ellas.

Tanto Betty como Armando estaban molestos: querían celebrar el cumpleaños de Armando como él había pedido, toda la noche juntos. Llevaban dos meses saliendo y durante ese tiempo Armando había intentado algunos acercamientos sin éxito. Como cuando se besaban en el coche entre encuentros en Terramoda y la oficina de Liñarez, o cuando Armando cometió la tontería de seguir a Beatriz hasta su habitación para robarle besos, mientras su madre estaba en casa y se quedó sorprendido, porque aunque conocía a habitaciones de mujeres solteras como Marcela y Camila, su hermana, le pareció extraño que Betty todavía tuviera una habitación con muñecas, además de sus libros de Economía y Negocios. Aun así, estaba loco de deseo y si no hubiera sido por la cordura de la chica, habría hecho el amor a ella en esa tarde.

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Después de este intento de intimidad, donde la encontró tan excitada como él, supo que ella también lo deseaba, pero por alguna razón se resistía a él. Por pudor, miedo o quizá la virginidad. Él vía que ella estaba enamorada y lo deseaba, pero, ¿por qué no se entregaba a él?, ¿qué le pasaba a esta mujer?, cualquier otra mujer se entregaría a él y se sentiría valorada por un hombre como él, guapo, sexy, el soltero más codiciado de Bogotá para desear, justamente ella, una mujer fuera de sus estándares, de su círculo social, de su ideal de belleza, se negaba a entregarse a él. Se estaba volviendo loco, fuera de sí. La idea de poseer a Beatriz consumía sus noches y le impedía trabajar adecuadamente. Nunca una mujer se había resistido a sus caricias. Su ego estaba herido, sus técnicas de seducción le habían fallado hasta el momento. Fue entonces cuando recordó que iba a cumplir su 32 años ese viernes. Los viernes eran los días en que don Hermes siempre le permitía salir con Beatriz. Esa noche, su noche de cumpleaños iba a ser la de ellos. Ya había pensado en todo: no saldrían a bailar, cenarían en algún lugar y luego en su coche la acariciaría tanto que ella no podría negarse a hacerle el amor.

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Recuerdo

-Beatriz. ¿Sabes qué día es viernes?

-El día que salimos todas las semanas. Ojojo! ¡Nuestro día favorito!

-Sí, pero esta semana será aún más. -dijó, besándola.

Daniel Valencia,  presidente de ECOMODADonde viven las historias. Descúbrelo ahora