Capítulo 25 La casa del amor

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Cuando llegó a donde quería, estacionó, tocándose la cara de Betty ligeramente.

-¡Despierta dormilona!

-¡Ay, don Armando, qué pena con usted! ¿Donde estamos?

-¡Sorpresa! ¡Venga conmigo!

Betty miró a su alrededor y no reconoció ese hermoso lugar. Sintió el aroma de las flores silvestres entrar en sus fosas nasales. Todo era florido y hermoso. Sabía que no estaba en Bogotá.

-¿Que lugar es ese?

-¿Le gustó?

-¡Me encantó!

-¡Sabía que te gustaría! ¡Entre! - Dijo sonriéndole. -¡Vamos, entra!

Si fuera era hermoso, dentro de esa puerta de hierro blanco gastada por el tiempo era aún más hermoso. Era un bello jardín de orquídeas blancas (símbolo de Colombia desde hace años) y se detuvo a olerlo de cerca. Nunca había visto orquídeas de cerca, necesitaba olerlas y pasar los dedos. Todo estaba decorado con orquídeas e iluminado no solo por la luna, sino también por luces de colores en cada extremo. Betty estaba encantada.

- Es todo tan hermoso.

-¿Te gustan las orquídeas?

-Me gustan las flores blancas, las orquídeas nunca había visto.

-¿Te gustan las flores blancas?

-Si ojojo!

Armando mira de un lado a otro, le pasa la mano por la cintura, acerca su rostro y le da un beso, ella suspira.

- ¿Nunca has visto orquídeas de cerca?

-Nunca. Son muy hermosas.

-Sabes qué símbolo del país, ¿no?

-Sí, lo sé, pero nunca llegué a verlas de cerca.

- Extraño, porque crecí viéndolas siempre.

Armando tomó una orquídea, le dio una ligera caricia que la hizo temblar y la colocó en la oreja de Betty,

-Gracias, Don Armando.

-Shiu, de ahora en adelante, palomita, no me llame más Don Armando, deje esto para cuando esté en la oficina de Liñarez.

-Sí, doctor.

-¡Armando, Beatriz!

-Armando, ¡Ojojo!

Armando sabía que la casa estaba vacía, ya que no había sido habitada durante años, solo algunos empleados venían de vez en cuando a limpiarla y no había ninguno, por lo que nadie podía interrumpirlos ni siquiera verlos. Así que sin ninguna vergüenza la abrazó aún más y con la otra mano tomó su rostro para besarla. Entraron a la casa besándose.,

Armando estaba desesperado por estar a solas con Betty y ese lugar lejano estaba muy bien elegido. Era una casa acogedora, blanca, toda florida de esas típicas casas antiguas. Sabía que a Betty le gustaría. Los muebles eran todos de estilo colonial, desde el sofá hasta la alacena, la enorme mesa ovalada tenía seis sillas, había platos decorados en las paredes en lugar de cuadros. Las pinturas estaban esparcidas por las paredes en otros puntos. Había jarrones de porcelana blanca y muchos marcos de cuadros. También habia muchas telas de ganchillo en cada mueble, incluidos los brazos del sofá y el sillón.

Beatriz estaba encantada de ver todos los adornos de ese cuartito que hasta tenía chimenea. Armando quería llevarse a la niña directo a su habitación, sin contemplaciones, y matar sus ganas de posuirla, pero sabía que tenía que ser amable. Tan pronto como respiró hondo y no la soltó, la giró para admirar la casa, colocándose detrás de ella.

Daniel Valencia,  presidente de ECOMODADonde viven las historias. Descúbrelo ahora