Capitulo 49

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El sol despuntaba por las montañas, anunciando un nuevo día, las cortinas abiertas permitían que la luz entrara por la ventana junto al aire fresco de la mañana. Un rayo de sol pego directo en el rostro pálido del ruso de cabello albino, haciendo que frunciera el ceño un poco antes de abrir pesadamente los párpados.

Rusia parpadeo un poco, tratando de quitar de si la neblina de los sueños que le impedía entender porque no estaba en su habitación en la casa de su padre en su país natal y dejar pasar el susto inicial por no recordar dónde estaba para asimilar de golpe que se encontraba en la habitación de su novia en su tierra. Se removió un poco, extrañandose en el fondo de no sentir el peso de la mexicana sobre su brazo, miro a ambos lados, buscándola en la cama, pero en todo el colchón solo estaba él recostado. Frunció el ceño mientras se sentaba y la buscaba con la mirada, ligeramente alarmado, hasta que diviso su largo cabello castaño al lado de la ventana abierta.

México estaba sentada en una silla mecedora de madera, mirando por la ventana el amanecer y la salida del sol de entre las montañas visibles, con gesto ausente y serio observaba el despunte de los rayos del sol entrando en su pieza, el aire matutino movió sus mechones castaños y Rusia se levantó de la cama para acercarse a ella y abrazarla por un lado, dificultandosele por el respaldo de la mecedora, le dio un ligero beso en la mejilla que la hizo cerrar los ojos.

- Dobroye utro, printsessa (buenos días, princesa) - mascullo el soviético con voz ronca - ¿Que haces despierta tan temprano?

- Hoy es el cumpleaños de mi madre - susurro México con los ojos aún cerrados. Rusia guardó silencio.

Lo sabía, sabía que tan doloroso podía ser para México ese día. Su madre, antes de morir, amaba celebrar los cumpleaños de su padre, de él y de todos sus hermanos, disfrutaba preparando algo especial con que sorprenderlos y cuando ella cumplía años, todos se esforzaban por sorprender a la reina de las sorpresas en la casa, nunca lo lograron. Cuando Imperio Ruso falleció, los cumpleaños se convirtieron en fúnebres y sombríos, nadie tenía ánimos de festejar y en el cumpleaños de la matriarca soviética para URSS era un viaje a la comisaría de la ciudad a pagar la fianza de Rusia por pelear ebrio en las calles, después de su rehabilitación, era un día sombrío en el que su padre se metía en su habitación a embriagarse y no salía hasta el día siguiente mientras todos sus hijos trataban de ignorar la fecha completamente.

El eslavo sacudió un poco su cabeza, tratando de ignorar el pinchazo de dolor que lo embargo y apretó a Mexico mas fuerte contra si mismo, para hundir el rostro en su cuello y cabello, provocandole escalofríos a la castaña.

- Lamento mucho tu dolor - susurro Rusia con pesadez, sosteniendo fuerte entre sus brazos a la futura madre de su hijo - se por experiencia propia que jamás se irá y que siempre duele... Pero quiero que sepas que no estás sola en esto - se aparto un poco para pegar su frente con la de México que ya sentía en su garganta ese nudo que le hacía siempre llorar en esos días - yo estoy para ti, ahora y siempre.

México suspiro, se acercó más a Rusia para besarlo, sintiendo como su interior revoloteaba y una lágrima rebelde escapaba de sus ojos.

- Te quiero - susurro México con los labios pegados a los de Rusia y el soviético sonrió.

- Y yo a ti - respondió antes de darle un casto beso en los labios y levantarse por completo tomando la mano de su novia y jalarla un poco hacia él - vamos, tomemos un baño juntos antes de desayunar.

México renegó un poco pero la insistencia de Rusia fue tanta que cuando dio cuenta de si misma, ya estaba en la bañera llena, desnuda, recargada en el pecho del soviético y con este acariciando su vientre con ternura con una mano y besando su cabello mientras ella jugueteaba con su mano libre.

Vivir una mentira. RusMex +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora