—Betty, soy yo. Lo siento— Respondió la voz de un chico que conozco perfectamente y me dejó helada.
No hablé durante unos segundos y ni siquiera sabía si lo que estaba pasando era real. ¿Acaso era Jughead Jones quien estaba en la puerta de mi casa?
—¿Quien es?— Pregunté tímidamente.
—Jughead. Jughead Jones— Aseguró el chico desde afuera. —Ese ramo de rosas blancas te lo dejé yo como una disculpa. Perdóname Betty— Suplicó e hizo un silencio. —Creo que es necesario que hablemos porque creo que tienes razón—
—Ah... entonces ahora tengo razón— Me burlé mientras él seguía hablándome desde afuera, del otro lado de la puerta principal de mi casa. —¿Y que te hizo cambiar de opinión tan rápido?—
—Betty... de verdad me interesa hablar las cosas contigo y arreglarlas. Déjame entrar y no te vas a arrepentir— Aseguró.
Yo tomé aire y me animé a abrir la puerta principal para al menos escuchar a ese hombre. A ver qué pretexto nuevo tiene ahora.
Al abrir la puerta lo vi y tenía una camisa azul oscuro con cuadros pequeños y negros y su cabello un poco alborotado.
Ese es el Jughead que conozco.
—Escucha... creo que puedo entender el por qué me dejaste de hablar y por qué estás enojada conmigo— Empezó a explicar él.
—¿Ah si? No me digas— Respondí, soltando una carcajada irónica. —Eres un egoísta. ¿Lo sabías? No sabes cómo sufrí en el tiempo en el que estuvimos estudiando cuando empezaste a actuar como todo un idiota. Yo perdía mi tiempo y mi dignidad por tratar de mantener nuestra amistad y tu te alejaste. ¿Por qué?— Le pregunté, tratando de no llorar.
Él tomó aire y dio dos pasos más cerca de mi, sosteniendo mi mirada. —Esa no fue mi intención. Te lo juro, solo escúchame un momento. Cuando cambiamos de trimestre los trabajos no me permitían nada porque iba muy forzado. Todo el tiempo tenía que juntarme con los muchachos para estudiar y Cora estaba en mi grupo. Por eso pasábamos todo el tiempo juntos. No era haciendo otra cosa más que estudiar—
—No me interesa lo que tú y Cora hacían. ¿Por qué la mencionas?— Le pregunté, cruzando los brazos.
—¿Crees que olvide lo que tú me confesaste un día?— Preguntó.
Lo miré a los ojos haciendo silencio hasta que entendí lo que él me quiso decir. —Si... ¿Entonces lo recuerdas?—
—Nunca lo olvidé. Ninguna chica me había confesado sus sentimientos así. Además... eres una persona muy madura y muy especial a comparación conmigo Betty. Soy un idiota e inmaduro pero en estos años entendí que no iba a lograr nada así. No supe apreciar la gran amiga que tenía y no sabes como lamento eso. ¿Que puedo hacer para que me perdones?— Me preguntó, mirándome directo a los ojos.
Lo miré en silencio y vi en sus ojos el arrepentimiento. Esos ojos tan atrapantes que me dejan indefensa ante el.
—No lo se— Contesté, sin dejar de mirarlo. —No se si sea lo correcto o lo más conveniente para mi. Sufrí mucho y me costó superar lo que pasé cuando no apreciaste mi amistad a pesar de que sabias que tú me gustabas. No voy a poner en riesgo mi dignidad. Lo siento— Me negué, con los ojos cristalizados.
—Bueno... si no me vas a perdonar entonces no te quito más tiempo— Dijo él, dándome la espalda y retirándose hacia su auto frente a mi casa.
—¡Eso es. Eso es lo que mejor sabes hacer, Jones!— Le grité mientras él abría su auto.
Cerré la puerta principal de mi casa mientras las lágrimas ya bajaban como locas por mis mejillas, pero volvieron a tocar la maldita puerta.
—No he dicho que me voy. Espera— Pidió Jughead, aún tocando la puerta.
—¡Vete Jug!— Exigí. No quiero saber de nadie en este momento, maldita sea.
—Betty por favor... sólo un momento y te juro que me voy a desaparecer, por favor— Suplicó Jughead desde afuera.
Tomé aire y me pasé ambas manos por la cabeza para luego ir hacia la puerta y abrirla. ¿Que si quiero? No lo quiero ni ver... pero está insistiendo demasiado.
Abrí la puerta y lo vi con una caja en sus manos, cubierta por una manta rosa. No me interesa lo que sea. Lo único que quiero es deshacerme de él por ahora, por mi salud mental.
—¿Que quieres?— Le pregunté, apoyándome sobre el marco de la puerta y cruzando los brazos.
—Yo... esto es para ti— Me dijo, tendiéndome la gran caja.
—Yo no quiero nada tuyo. Llévate lo que sea que tengas ahí. ¿Por qué insistes tanto después de todo lo que me hiciste?— Suspiré.
—Por favor... no puedo quedarme con lo que hay en la caja. Tómalo y te juro que me iré— Aseguró, dejando la caja sobre el suelo frente a mi puerta y abriendo lo que parecía ser una pequeña puerta.
En ese momento él sacó algo de esa caja que me dejó sin habla. Sacó a un pequeño cachorro negro con el hocico de color amarillo y con el pelo de encima de los ojos de ese mismo color. Es muy simpático y ese pelo amarillo encima de los ojos parecen ser cejas.
—Perdón... creo que debí preguntarte si te gustan los perros antes de rescatar a éste de un refugio. Ya lo llevé al veterinario y a un spa para perros. Es que... ya no se que hacer para...
—Jughead, ¿Conseguiste a un perro para que yo te perdone?— Le pregunté, sin apartar mi mirada de ese pequeño animal hermoso.
—Pensé que sería buena idea porque todos aman a los perritos. Pero por favor... quédate con él porque no se como cuidar a un perro y tendré que decirle a alguien y...
—¡No!— Me negué, tomando en mis brazos a ese pequeño ángel de cuatro patas con cuidado y mirándolo. —No dejes a este chiquito en manos de cualquiera. Mejor me lo quedo por ahora—
—Bueno... entonces ahí está— Me dijo Jughead, metiendo la jaula del perrito a mi casa y retrocediendo unos cuantos pasos, nervioso. —No te molesto más y me iré— Se despidió, dándome la espalda.
Lo vi irse. Él subió a su auto y solo se fue, dejándome un poco confundida, sorprendida y con un pequeño cachorro en mis brazos.
Cerré la puerta principal y me senté en el piso, admirando a ese hermoso perrito que se acurrucó en mis brazos. Se sentía seguro conmigo y yo me enamoré de esos grandes ojos que tiene.
Suspiré mientras lo acariciaba. —¿Y ahora qué haremos pequeño?—
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¿Que haremos ahora?😏 ¿Qué les pareció el cambio de Jughead?
¿Habrá oportunidad para Bughead?
Una fotito del perrito 🐶
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