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Pasaron aproximadamente seis semanas y no volví a ver ni a saber de Jughead. No me sorprendió. Solamente pensé que él quería mi perdón para sentirse bien con el mismo y no tener ese remordimiento.

Sinceramente tuve esperanzas de algo, pero conociéndolo no creo que sea posible. Ahora estoy en una terrible lucha interna conmigo misma cuestionándome si a él de verdad le intereso o sólo quería meterse en mi vida temporalmente, como lo hizo antes.

Dejando de lado todo eso, estas dos semanas con Milo han sido extraordinarias. Lo mejor que Jughead pudo hacer fue regalarme a mi hermoso cachorro Milo. Gracias a él ya no me siento sola y siempre tengo con quien jugar y charlar en casa y hasta me lo puedo llevar a la empresa si voy a quedarme muchas horas.

Pero... aún me siento incompleta. ¿Que es lo que me hace falta exactamente?

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Un sábado en la tarde. No tengo trabajo que hacer. No tengo absolutamente nada que hacer más que estar tirada en el sofá con mi pequeño perrito Milo sobre mi pecho.

Y aún pensando en el. Ese hombre que me robó el corazón hace años y que no he podido dejar de pensar en el, por desgracia.

Tengo que distraerme y dejar de pensar en él ahora.

—Bebé, ¿Que te parece si salimos a pasear?— Le pregunté a Milo mientras me ponía de pie con él en mis brazos.

No se si me estoy volviendo loca, pero Milo parecía feliz, moviendo su pequeña y tierna cola de cachorro.

Definitivamente ese perro ha mejorado mi vida.

Me cambie la pijama que tenía y la cambié por unos shorts cortos y una remera blanca que dejaba mi abdomen afuera. Le puse a Milo su correa, tome mi bolso y así salimos de la casa y empezamos a caminar por la acera, uno al lado del otro.

Pasear con Milo era algo que nos despejaba a los dos. Ya amo a mi perro con todo mi corazón a pesar de tenerlo hace tan poquito.

Lo único bueno que Jughead hizo fue darme a este hermoso perro que no le pedí.

Llegamos al lugar favorito de Milo, que es el parque. Me senté sobre el césped y saqué la pelota de Milo de mi bolso. Se la lancé cerca y me entretuve viéndolo jugar.

Tan pequeño y tan tierno... ¿Por qué no pensé en tener un perro antes?

De repente todo se apagó. Todo se puso oscuro, pero era porque dos manos tapaban mis ojos y no me permitían ver nada.

No podía adivinar quien era, pero ese olor que esa persona tenía me causó un terrible dejavú.

—¿Milo?— Lo llamé. No se por que lo hice, pero lo llamé y me quedé pensando. —No puedes ser Kevin. A ver... ¿Eres tu, Jughead?—

—No— Negó la voz del mismo Jughead. No se por qué lo niega.

—Oh por favor... lo mismo hacías en la universidad. Ahora déjame ver porque Milo es un bebé y se puede perder— Le avisé, aún con los ojos cubiertos.

Jughead me destapó los ojos y se sentó a mi lado sobre el césped, con esa sonrisa presumida que lo caracteriza.

Milo lo vio y lo que hizo fue correr a sus brazos como si lo conociera de toda la vida y como si fuera él quien lo consiente y lo malcría día tras día. Me siento indignada.

—Alguien si te extrañó— Admití, mirando a mi perro con una sonrisa.

—Por favor Betty... ¿Quieres decir que sólo el perro me extrañó? ¿Tu no lo hiciste?— Me preguntó el, mirándome y guiñándome un ojo.

Yo rodé los ojos y solo me concentré en mirar a mi perro para evitar mirarlo a él. —No responderé a eso—

—¿Por que?— Me preguntó Jughead, tratando de buscar mi mirada mientras yo lo evitaba. —Betty... mírame a los ojos, por favor—

Tome aire y lo mire a los ojos. —Ya está. ¿Que quieres?—

—¿Estas enojada conmigo?— Preguntó, sin apartar su mirada de la mía.

—No— Negué, volviendo a mirar a mi perro y sintiendo algo de nervios. —¿Por que lo dices?—

—¿Por que no me miras a los ojos?— Me preguntó el, insistentemente.

—Ay Jug... basta— Exigí. De repente sentí algo de frío y se me agallinó la piel. Me pase las manos sobre mis brazos y estaban helados. De verdad está haciendo frío.

Noté que Jughead me miraba de arriba a abajo y regresó a mis ojos. —Tienes frío... ¿Verdad?—

—No...— Mentí, tomando a Milo en mi regazo y luego sacando uno de sus pequeños suéteres de mi cartera. —Pero Milo debe tener mucho frío—

—También tu, Betty. Tienes la piel de gallina y estas temblando aunque no te des cuenta. Quédate aquí y no te muevas— Me exigió Jughead, poniéndose de pie y alejándose, corriendo.

No vi la dirección a la que se fue. Solo me concentré en vestir a Milo. No quiero que tenga frío o se puede enfermar.

No pasaron ni dos minutos cuando Jughead regresó hacia mi corriendo y con un abrigo en mano, sentándose de nuevo a mi lado.

—Betty, quiero que te pongas este abrigo— Me dijo Jughead, tomando a Milo y dándome el abrigo. —Por favor—

—Pero... no. ¿Tu no tienes frío?— Le pregunté. Tampoco puedo dejar que sea él quien pase frío.

—Tengo un suéter Betty. Por favor ponte el abrigo— Me suplicó. En realidad el si tenía un suéter color rojo vino que le quedaba increíble.

—¿Por que me prestas tus abrigos ahora cuando no lo hacías en la universidad?— Pregunté, mirándolo con una ceja alzada. Aún no confío en el.

—Betty, por favor ponte el abrigo y tratemos de dejar atrás el pasado. ¿Si?— Me preguntó el, dejando a Milo sobre el césped y tomando el abrigo para ponérmelo él mismo.

Y así lo hizo. Él me puso el abrigo y no saben el alivio que tuve al sentir ese calor. La mejor parte fue sentir como su olor estaba impregnado en ese lindo abrigo tipo sudadera color azul oscuro con una serpiente de diseño.

—Escucha, Betty. Hace días que quería decirte algo, pero como no te quería asfixiar te di un tiempo para que estuvieras libre de mi— Me confesó, bajando la mirada y rascándose la nuca.

—Dime— Le pedí, con toda mi atención en el.

Él aclaró su garganta y me miró a los ojos con esos nervios que conozco de él. —¿Te gustaría salir conmigo hoy en la noche si no estas muy ocupada?— Me preguntó.



Uy👀 ¿Dirá que si o que no?

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Uy👀 ¿Dirá que si o que no?

¿Ustedes confiarían en Jughead si fueran Betty?

Samy ❤️

•Crush• 'Bughead' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora