Capítulo 178: 1986

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Las cosas fueron diferentes, por supuesto, después de que Remus y Grant acordaron permanecer monógamos. Todavía eran mejores amigos, todavía se hacían reír y se irritaban más allá de lo creíble, pero también se había desarrollado una nueva cercanía. Remus bebió menos por un tiempo - no se detuvo del todo, claro. Algunos días eran muy duros para él, algunos días no se lavaba, ni se levantaba de la cama ni comía. Pero no todos los días; y eso era un progreso.

Castor no se lo tomó bien. De hecho, se puso furioso. Remus trató de explicarle el VIH, pero no sirvió de nada. Castor se había alejado tanto de la humanidad que incluso estaba comenzando a parecerse a un lobo. Su cabello estaba más grueso, más negro de alguna manera, y se extendía más allá de la nuca, arrastrándose a lo largo de su columna vertebral. Sus dientes se habían alargado, y sus ojos se habían vuelto más afilados, los iris más amarillos.

— Le estás dando la espalda a tu familia, Remus Lupin. — Gruñó. — Incluso tu magia se ha debilitado.

— No voy a darle la espalda a nadie. — Remus insistió: — Estoy tratando de tener una vida real.

Por supuesto que Castor no le entendió; Remus había mantenido a Castor y Grant tan separados que ni siquiera ellos sabían el nombre del otro. Tal vez siempre había sabido que tendría que elegir a uno de ellos al final. Y Castor nunca se había sentido del todo bien.

Al final, Remus fue desterrado de la manada. Se le advirtió que si alguna vez regresaba, sería tratado como una amenaza. Esto era extremo, pero supuso que eso era lo que alguien conseguía por romperle el corazón a un hombre lobo.

Ahora Remus tenía que pasar las lunas llenas en Gran Bretaña. Regresó a algunos de sus viejos lugares de transformación; el Distrito de los Lagos, Brecon Beacons. Trató de no ir a ningún lado donde hubieran demasiados recuerdos de Prongs y Wormtail. O el otro. Para empeorar las cosas, sin la manada para ayudarlo a sanar todos los meses, Remus tenía que aparecerse de regreso a Londres y atender sus heridas él solo lo mejor que podía.

— ¡Cristo! — Grant exclamó, la primera vez había sido realmente malo. Había entrado al baño y visto a Remus a desinfectando sus cortes, su varita temblando mientras trataba de agarrarla con los dedos rotos.

— Lo siento, — murmuró Remus, apoyándose contra el fregadero mientras un hechizo amenazaba con abrumarlo. No se había sentido tan mal después de una transformación desde… desde… su visión se nubló, y se sentó en la tapa del inodoro cerrada, con la cabeza entre las rodillas para no desmayarse.

— ¡Cristo! — Grant dijo de nuevo, entrando y arrodillándose frente a él. Tomó la bola de algodón ensangrentada que Remus había estado usando y la tiró a la basura. Abrió la canilla del costado del fregadero, y agarró la botella de TCP. — Ven aquí, — dijo en voz baja, tomando la mano de Remus muy suavemente en la suya y frotándola ligeramente con el desinfectante.

Remus se sentó mudo, dejándose cuidar, demasiado cansado para hacer mucho más.

— Por el amor de Dios, — Grant negó con la cabeza, visiblemente molesto, — No podemos tenerte en este estado todos los meses, ¿No es así, cariño?

— Está bien. — Remus murmuró: — Esto no está tan mal.

— ¡Mi culo no está tan mal! — Grant replicó, levantándose para buscar tiritas de gasa en el botiquín. Las encontró y se arrodilló de nuevo, reanudando su trabajo en los rasguños de Remus. — Te diré qué, si tienes que elegir entre regresar así todos los meses o darle a ese lobo idiota algunas mamadas, entonces yo mismo lo haré.

Remus se rió, lo que le dolió las costillas. — No estoy seguro de que funcione así.

— Bueno, tenemos que hacer algo. — Grant refunfuñó, uniendo los dedos rotos de Remus con unas vendas.

All the young dudes - españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora