Capítulo 185: Principios de 1995

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Sábado, 24 de Junio de 1995

El maldito fénix llegó primero, y Remus lo supo de inmediato.

— ¡¿Qué diablos es eso?! — Grant se levantó de un salto, sorprendido por el pájaro plateado que irrumpió en su sala de estar. Habían estado viendo la tele, con todas las ventanas abiertas para contrarrestar el calor del verano. Remus estaba a punto de poner a hervir la tetera.

El pájaro se sentó encima de su pequeño televisor cuadrado y abrió el pico, hablando con la voz de Dumbledore;

— Padfoot está en camino.

Remus casi deja caer las tazas vacías que sostenía.

— Mierda.

— ¿Qué? — Grant dijo, mirando al pájaro desvanecerse en el aire. — ¿Quién es Padfoot?

— Mierda. — Remus dijo de nuevo, dejando las tazas en la mesa. Había comenzado a temblar incontrolablemente. Sintió frío por todas partes. — No creo que pueda. No creo que pueda… — murmuró para sí mismo, tapándose la boca.

— ¿Remus? — Grant se puso de pie y le tocó el hombro. — Me estás asustando.

— Sirius. — Balbuceó. — Sirius es Padfoot.

— Maldita sea. ¿El asesino?

— No es un asesino, ya te lo dije.

— Bien, bien, lo siento. ¿Viene para aquí?

— Es su departamento, de cualquier forma.

— Oh, lo olvidé. — Grant dijo, rotundamente. Se mordió el labio, — ¿Debería... irme?

— ¡No!— Remus se aferró a Grant de repente. —No, por favor, no lo hagas. No puedo estar solo, no me dejes solo con...

— ¡Bien, está bien! — Grant lo calmó, devolviéndole el abrazo. — Cálmate, ¿de acuerdo? No iré a ningún lado si no quieres. Solo... solo trata de calmarte.

— Lo siento. — Remus respiró hondo.

Sabía que estaba actuando de manera infantil. Este no era el momento de desmoronarse. Había tenido años y años de eso. Si Dumbledore le estaba enviando a Sirius, entonces algo había sucedido. Algo importante. Ahora era el momento de ser fuerte y activo. Miró a su alrededor a ciegas en busca de algo que hacer.

— ¡Este lugar es un desastre! Debería empezar a limpiar. No tardará.

Grant no podía hacer nada más que ver como Remus corría por el piso como un pollo sin cabeza, usando todos los hechizos de limpieza que podía recordar, combinados con trabajo manual real cuando estropeó aquellos hechizos. No podía dejar de moverse, no podía soportar quedarse quieto un momento, porque entonces podría tener que pensar.

Al cabo de una hora, hubo un ruido de arañazos en la puerta y un ladrido bajo y áspero. Remus se congeló. Un olor que no había reconocido en muchos años levantó algo en su subconsciente.

— ¿Fue un perro? — Grant dijo, nervioso, desde la cocina. — Sabes que odio a los perros...

— Es él. — Remus respiró. Caminó tembloroso hacia la puerta y la abrió. Allí estaba Padfoot: escuálido, sarnoso, con el pelaje ligeramente grisáceo en algunos lugares. Pero era él.

—Entra —dijo Remus con voz ronca.

El perro resopló, movió la cabeza y entró. Remus cerró la puerta con un clic y se apoyó contra ella, mirando como Sirius se transformaba de nuevo en él mismo.

Flaco, sarnoso; el cabello con algunas canas. Sus ojos, esos ojos azul oscuro que le habían roto el corazón a Remus mil veces cuando era un adolescente, se habían vuelto de un gris metálico mate. Era un saco de huesos, hecho un desastre. Era de esperar.

All the young dudes - españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora