Capítulo 158: La guerra: Cautivo

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A: Bueno, Remus está con Greyback ahora, así que obviamente no van a pasar cosas bonitas.

Miércoles, 14 de Marzo de 1979

— Bienvenido a casa, cachorro.

Remus no dijo nada. Por ahora, no tenía nada que decir. Solo quería echar un buen vistazo.

Fenrir Greyback. Remus esperaba que fuera más alto. No es que fuera bajo, de ninguna manera, pero cuando Remus se enderezó, estaban al mismo nivel de ojos. Eso era bueno. Eso le daba un aleteo de coraje.

Puede que no fuera más alto que Remus, pero Greyback ciertamente era más grande que él en todos los demás aspectos; hombros anchos y corpulentos, cuello grueso y rechoncho, brazos musculosos. Tenía uñas largas y gruesas de color amarillo, cabello oscuro y áspero que le cubría los antebrazos y le brotaba sobre el cuello de la capa, encontrándose con una barba oscura que parecía más piel que cabello. Sus ojos eran peligrosos, inhumanos.

La magia que irradiaba de él no era como la de un mago; al menos no como la de ninguno de los que Remus había encontrado. Como una luna llena, brillaba. El olor, aunque era repugnantemente familiar, no era atractivo.

Remus se había sentido como en casa con la manada; había sentido que pertenecía. Pero no con este hombre. Él era el enemigo y siempre lo sería.

— ¿Te gusta lo que ves? — La sonrisa de Greyback se ensanchó, mostrando dientes afilados y depredadores, largos caninos amarillos.

Remus le devolvió la mirada impasible, con la boca cerrada.

Se dio cuenta de que a Greyback no le gustó eso. Greyback había esperado que hablara, que suplicara, que se enfureciera o incluso que entrara en pánico. Y Remus sabía exactamente qué hacer con los matones que querían una reacción.

Ladeó la cabeza, puso cara de indiferencia y se encogió de hombros.

— Estás bien, supongo. Oi, ¿Puedo recuperar mi ropa?

Las pupilas de Greyback parecieron dilatarse, o tal vez Remus simplemente lo imaginó. De cualquier manera, se recuperó rápidamente, todavía sonriendo rígidamente.

— ¿Dónde están mis modales? ¡Castor! — Chasqueó sus dedos como garras.

Castor apareció al lado de Greyback en un momento, con la espalda recta y envuelto en una capa de piel, llevando un paquete de ropa. Livia también estaba allí, mirando con adoración a su padre. La vieja iglesia en la que se encontraban no tenía techo, y en la luz rosada del amanecer Remus pudo ver claramente el rostro de Castor por primera vez. Había tres largas cicatrices rosadas en un lado; marcas de garras, rosadas y suaves como piel quemada.

Greyback lo vio mirando.

— Es una pena — dijo, extendiendo la mano y acariciando la mejilla de Castor con una uña sucia. Castor no se inmutó. — Odio arruinar algo tan agradable de ver, pero él aprendió su lección, ¿No es así, cachorro?

Castor asintió, mirando al frente como un soldado.

— Buen chico. — Greyback acarició su mejilla llena de cicatrices. — Aún sigues siendo hermoso, ¿Eh Remus?

Remus no dijo nada y miró hacia otro lado, disgustado.

— Pensé que eras un conocedor de la belleza. — Greyback gruñó con fingida decepción. — Por eso te envié a mis hijos más encantadores.

All the young dudes - españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora