Brooke había tenido una vida relativamente normal durante toda su vida, a pesar de que no se llevaba especialmente bien con madre. No fue hasta ese verano que toda su vida se empezó a venir abajo.
Lo que empezó como una pequeña aventura con un grup...
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Al entrar por la puerta del restaurante, ve en una mesa a una pareja de jóvenes y en otra más alejada al grupo de Pogues.
Brooke prefirió pasar desapercibida y se sentó en la barra.
— Hola, Mike. — saluda la chica.
— Brooke. —saluda el señor Carrera pero enseguida nota el rostro decaído de la chica. — ¿Está todo bien?
— Estoy un poco cansada.— la morena sonríe levemente. — ¿Me pone una copa de vino tinto?
— Claro.
Cuando el señor Carrera se va en busca de la copa de vino, Brooke nota que alguien se sienta junto a ella.
— ¿Qué quieres, John B?
— Perdón, majestad. — se burla el nombrado, pero enseguida nota la mueca de la chica. — ¿Estás bien?
— Creo que tengo un talento para pelear con gente a la que quiero. — murmura ella.
— Aquí tienes, Brooke. — Mike deja la copa sobre la mesa antes de dirigirse a su hija. — Kiara, aquí están la llaves, cierra bien cuando os valláis.
— Vaya, hola princesa Kook. — JJ aparece al otro lado de Brooke sonriente.
La comisura de los labios de Brooke se eleva en una pequeña sonrisa. Sabía que JJ odiaba a los Kooks y apreciaba el hecho de ser agradable con ella.
— Muchas gracias, Mike. — dice Brooke pagando al hombre.
— ¿Qué pasa aquí? — pregunta Pope llegando junto a Kiara.
— Creemos que la princesa está triste. — comenta John B.
— ¿Podéis dejar de llamarme así? — pide ella con un deje de molestia.
— Con una condición... — dice Kiara agarrando las manos de Brooke, obligándola a levantarse de su sitio. — Que bailes conmigo.
Brooke pone los ojos en blanco y sonríe cuando Kiara empieza a bailar sencillamente mientras JJ eleva el volumen de la música.
El restaurante ya estaba vacío, sólo se encontraban el grupo de Pogues junto a Brooke, por lo que podían bailar libremente.
Poco después, John B se une a las chicas haciendo bailes graciosos, provocando las risas de todos.
Y así, los Pogues lograron lo que se habían propuesto cuando vieron entrar a Brooke por la puerta del restaurante con el semblante de impotencia en su rostro.
La habían hecho reír y divertirse.
[...]
A la mañana siguiente, Brooke debía ir a entregar un documento al dueño del club de golf. Su madre se lo había encargado días antes de que pelearan.
