Capítulo 2

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—Lizzie no creo que sea correcto estar en la mansión del conde sin que él esté aquí...

—¡Tonterías! —me dijo—. ¡Ciel es mi prometido!

—Lo sé, pero....

—¿Podrías poner más rosa? —me interrumpió—. ¡Quiero que todo se vea lindo para nuestro baile!

No había nada que yo le pudiera decir a Lizzie que la hiciera cambiar de opinión.

Meneé la cabeza e hice lo que mi amiga me pidió.

Detrás de nosotras se escucharon tres gritos aterradores al ver cómo estaba quedando el salón del conde.

Sirvientes de la mansión.

—Buen día —saludé—. Ella es...

—¡Ustedes no se ven nada lindos! —chilló Lizzie—. ¡Hay que vestirlos con lindos colores!

Los tres sirvientes volvieron a gritar.

—Lizzie ellos ni siquiera saben...

Fue demasiado tarde porque mi amiga ya estaba vistiendo a los sirvientes con la ropa que había traído del centro de Londres.

Naturalmente el color rosa predominaba en su atuendo, el color azul pastel también estaba presente, algunos toques de amarillo y naranja y un fuerte violeta los acompañaba.

Entre los gritos y el escándalo del salón pude escuchar que alguien entraba por la puerta principal.

¿Otro invitado? ¿Será el conde Phantomhive?

—¡Se ven muy lindos!

Para cuando volteé los sirvientes ya tenían puestos las ropas que Lizzie había escogido para ellos. Los tres salieron corriendo a recibir al invitado.

—¿¡Qué es...

Por la puerta del salón se asomaron en conde y su mayordomo, bastante sorprendidos por cómo había quedado la habitación.

—¡Ciel!

La chica corrió hacia el joven conde y lo abrazó con la misma euforia con la que siempre lo saludaba.

—¡Elizabeth!

—¡Te he dicho que me digas Lizzie! —le dijo mi amiga.

Al parecer es un tema recurrente el nombre...

—Conde Phantomhive —intervine—. Lamentamos la intromisión... pero Lizzie quería verlo y organizar...

—¡Vamos a tener un baile! —gritó—. ¿¡No crees que el salón se ve lindo!?

—¡Pero si organizaste uno anoche!

—¡Esa fue una gala de beneficencia! —lo corrigió—. ¡Sebastian traje algo para ti también!

Era un gran sombrero color rosa que le puso al mayordomo del conde, bastante peculiar el contraste con el color negro.

—Le agradezco su consideración a un humilde sirviente como yo —le dijo.

—Sebastián buen día —saludé.

—Buen día señorita Hastings —respondió.

—¡Todos hay que prepararnos para el baile! —declaró Lizzie.

Me tomó de la mano y me hizo correr por los largos pasillos de la mansión de su prometido.

(...)

No solía vestir colores llamativos, mi edad y mi estatura requerían que usara colores sobrios para que los adultos no se dejaran llevar por mi joven apariencia.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora