Capítulo 34

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Según los cuidados de Frau Sullivan las heridas del conde habían sanado muy bien, y Finni ya se encontraba mucho más animado de que su joven amo estuviera en mejores condiciones, aunque aún no pudiera ver y siguiera trastornado con respecto a su pasado.

Al estar cuidando del conde recordé la forma en la que Harriet cuidaba de mí cuando caía enferma, y ya que era hija única mis padres me consentían mucho, la nostalgia llegó cuando sus rostros llenos de amor y comprensión aparecieron a mi mente.

—Me da mucha alegría que el joven amo esté comprometido con usted, señorita Hastings —dijo el jardinero.

El conde estaba dormido, así que no podía escuchar nuestra conversación, sus largas pestañas tocaban suavemente su rostro.

—¿El conde les informó de nuestro compromiso? —pregunté sorprendida.

El chico asintió.

—El joven amo nos ordenó que no dijéramos nada —continuó.

—¿Insinúas que todo este viaje lo han sabido?

—Así es señorita Hastings —respondió—. En todos los años que llevo conociendo al joven amo, jamás lo había visto sonreír, cómo sabe él es una persona reservada... y más aun con su vida privada.

—No creí que el conde les dijera qué estamos comprometidos —susurré—. Espero que no les haya molestado que estemos comprometidos, llevan más tiempo conociendo a Lizzy que a mi...

—No diga esas cosas señorita Hastings —me interrumpió—. Todos creemos que usted es la persona adecuada para estar al lado del joven amo.

Sonreí apenada.

—En ese caso... me gustaría extenderles una invitación a los sirvientes de la familia Phantomhive —le dije—. Para que puedan disfrutar de una de las fiestas tradicionales de Helston.

—Nos encantaría ir a una celebración así —respondió.

—Ham... bre...

Ambos nos giramos para ver al conde y aún tenía esa mirada perdida, pero había pedido comida, lo que nunca había hecho desde que entró en este estado.

—¿Desea comer bollos, conde? —pregunté.

El conde asintió y Finni le dio algunos.

—Es la primera vez que el conde pide comida —musité—. Creo que es algo bueno.

—Ya estoy lleno.

—¡Pero sólo se ha comido uno! —dijo Finni.

En ese instante sentí una extraña presencia que provenía de la ventana, Finni y yo volteamos y rompiendo el cristal entró un verdadero hombre lobo a la habitación. El jardinero se abalanzó sobre el conde y con uno de los cuchillos que tenía escondidos corté las garras de la bestia.

—¡Señorita Hastings!

—¡No te preocupes por mí! —le dije—. ¡Protege al conde!

Antes de que pudiera dar otro ataque se oyeron ruidos al otro lado de la puerta, lo que el hombre lobo aprovechó para escapar. Volví a esconder los cuchillos y escuché los gritos del conde.

—¡Tengo miedo! —chilló—. ¡Dónde está la niña!

—Creo que se refiere a usted, duquesa —dijo Sebastian.

Caminé hasta la cama y me acerqué con cautela.

—Conde, aquí estoy —susurré—. No hay nada que temer.

(...)

—¡Quiero ir a casa! —exigió el conde.

—Joven amo, aún necesita reposo —dijo Meyrin.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora