Capítulo 23

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Después de aquella encomienda infernal pudimos regresar a Londres a salvo, el conde como era de esperarse volvió a caer enfermo de gravedad, pero transcurridas unas semanas pudo recuperarse por completo, yo también tuve que guardar reposo un par de días, Harriet se ocupó de mis deberes en mi tiempo de descanso. Y cientos de canastas de recuperación llegaron a la mansión.

—Su primer viaje en barco se arruinó excelencia.

—Es una pena —concedí—, aun así, espero poder hacer otro viaje donde no haya cadáveres andantes.

—¿El conde ya se ha recuperado?

—La carta del conde dice que ya se ha recuperado por completo —respondí—, es un alivio que no haya muerto.

Tomé con delicadeza un sorbo de mi té, ese calor me invadió el cuerpo y me reconfortó.

No queda otra opción...

—Hoy iré a visitar al conde —le dije a mi sirvienta—, que un coche pase por mí en media hora.

—Si excelencia.

—Y... Harriet —susurré—, si no regreso al anochecer, lleva a cabo el plan de reemplazo.

Harriet por un instante me dedicó una mirada de alarma, que de inmediato se borró cuando la seriedad en mi rostro.

—Como ordene, excelencia.

(...)

—Señorita Hastings —dijo Sebastian—, sea bienvenida, el joven amo la espera en su estudio.

—Te lo agradezco.

Memoricé esos largos y fríos pasillos de la mansión del conde, y caminé con determinación dispuesta a tener la conversación más importante y riesgosa de mi vida. Sabiendo el riesgo que conllevaba y lo que pudiera pasarme en cuanto atravesara las puertas del estudio.

—Duquesa —dijo el conde—, un placer volver a verla, por favor, tome asiento.

Hice una pequeña reverencia y me senté.

—Hay un tema que deseo tratar con usted, conde.

—Por supuesto ¿de qué se trata?

—No deseo alargar esta reunión, así que seré directa —respondí—, el incidente del barco me dejó con algunas inconsistencias en mi mente.

El conde asintió.

—Y en base a lo que he estudiado y presenciado —continué—, llegué a la conclusión de que su mayordomo no es humano.

Para mi sorpresa el conde esbozó una sonrisa de victoria.

—Un humano no podría soportar la herida que su mayordomo sufrió con la guadaña de la muerte —expliqué—, y aquellos espectáculos que dio para destruir a los cadáveres tampoco son obras de un humano.

—¿Y usted está consciente de que las posibilidades de que usted salga con vida de aquí son nulas? —me preguntó.

—Soy consciente de ello, mis sirvientes están preparados para implementar el plan de reemplazo si esta resulta ser mi última noche en este mundo —le dije—, sin embargo, usted y su mayordomo han hablado y cometido actos inhumanos frente a mí, de haber querido evitar que yo supiera algo hubieran sido más precavidos.

El conde escuchaba con especial atención mis palabras.

—De haber querido eliminarme no se hubiera molestado en dejarme presenciar ciertas situaciones —expliqué—, mi pregunta es ¿por qué? ¿Porque dejarme analizar la actual situación sabiendo que yo era capaz de llegar a esta conclusión?

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora