Capítulo 50

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—Llegó otro informe, excelencia.

Abrí el sobre y confirmé que el conde y Sebastian habían encontrado un segundo salón de música, por alguna razón el conde había decidido que no debía asistir a este pequeño paseo debido a que iría a lugares poco confiables, pero no iba a quedarme de brazos cruzados. Necesitaba saber lo que el conde no quería mostrarme.

Tomé otro sorbo de té y Harriet recibió otro sobre.

—Es el pedido especial que solicitó, excelencia.

El corazón me dio un vuelco. Lo abrí rápidamente y mis sospechas fueron confirmadas.

—No... no... eso no... por favor...

De inmediato sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas, pero me obligué a limpiarme rápidamente.

—¡Un carruaje, Harriet! —ordené alterada—. ¡De inmediato!

Corrí por los pasillos de mi mansión, sentí el frío metal del arma en mi pierna, y mil pensamientos se comenzaron a formar en mi mente.

—¡Quiero que prepares dos habitaciones a mi regreso! —le dije—. ¡Y que todos los sirvientes estén en guardia!

—Si, excelencia.

—¡Maldita sea! —grité de agonía—. Y... cierra las puertas de todas las propiedades de Helston, ordena un toque de queda a mi gente, no quiero que nadie salga de su hogar hasta que yo lo ordene.

—¡Si, excelencia!

Subí al carruaje y le pedí al cochero que me llevara a toda velocidad a la residencia del conde en Londres.

Vamos... no debe ser muy tarde... señor Agni... príncipe Soma... por favor, resistan...

—¡Más rápido, por favor!

Veía el paisaje lluvioso pasar tan rápido que, si no estuviera tan concentrada en la situación actual, me habría mareado de verlo.

(...)

Tras lo que pareció ser una eternidad, llegué a la residencia del conde, y como había predicho él no se encontraba ahí todavía. Toqué la puerta con desesperación y recé porque Agni o el príncipe Soma abriera la puerta, la lluvia caía fuertemente sobre mi cuerpo, toda mi ropa estaba mojada y mi peinado se había desecho.

—¡Lexie!

—¡Soma!

Lo abracé con fuerza y reprimí con mucho esfuerzo las lágrimas que amenazan con salir.

—¡Amo Soma!

El mayordomo... ambos están a salvo...

—¡Agni! —grité de felicidad—. ¿Ya lo...

El mayordomo asintió con temor y me dejé caer sobre mis hombros.

—Lexie... ¿qué está...

—No hay tiempo para poder explicártelo ahora —lo interrumpí—. Agni, reúne las pertenencias del príncipe y las tuyas y llévalas a mi carruaje.

—¡Espera! ¡Dime que está...

—¡Sí señorita!

El mayordomo salió de inmediato a cumplir el pedido que había hecho, pero el príncipe Soma no comprendía el porque estaba tan agitada.

—Por favor, Soma —le imploré—. Tienes que confiar en mí, te juro que te lo explicaré todo en cuanto lleguemos a mi mansión.

El señor Agni llevó las maletas a mi carruaje y esperó un segundo en la entrada de la residencia.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora