Capítulo 12

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—Excelencia.

La voz de Harriet se escuchaba tan lejos de mí.

—¿Sí?

—Volvió a quedarse encerrada en su mente excelencia.

Sacudí la cabeza y parpadeé un poco.

—Discúlpame —le dije—. ¿De qué estábamos hablando?

Harriet me sonrió con ternura.

—Puede esperar excelencia —respondió—. ¿Desea que lleve su té de la tarde a la sala de música?

Reprimí una risa.

—Si, eso me encantaría —le dije—. Por ahora... sólo necesito tiempo, si no es urgente espera a que me incorpore por completo ¿de acuerdo?

—Si excelencia.

Me levanté dispuesta a salir del estudio.

—Harriet, lleva mi ropa al armario —ordené—. Y para la cena deseo algo reconfortante.

—Por supuesto excelencia.

Dicho eso me dirigí al salón de música y me encerré junto al piano de la habitación, pasé suavemente mis dedos por sus blancas teclas y dejé que alguna melodía llegara a mi mente para poder tocarla.

(...)

Finalmente, otro día llegó y decidí que era momento de seguir adelante. Me dirigí al estudio y llamé a Harriet desde ahí. A los pocos minutos llegó con esa tranquilidad que siempre me hacía falta.

—¿Llamó excelencia?

Harriet era la única de mis sirvientes que sabía lo que había vivido en la encomienda del conde, aquellos horrores que sucedieron y lo que había hecho, estaba segura de que el conde era perfectamente capaz de realizar su labor, y ahora podía comprender porque nunca hablaba con Lizzie sobre su trabajo como el perro guardián de la reina.

Lizzie era una de las pocas personas con una luz que era digna de proteger, sabía que no merecía saber las atrocidades que el conde y yo vimos aquella noche, ella merecía seguir viviendo sin saber lo miserables que pueden ser los humanos.

—Si, quiero que prepares el baño, necesito relajarme —respondí—. Y requiero que me envíes las peticiones de Helston.

—Si excelencia.

—Además, hoy iré a Londres —declaré.

—Por supuesto, su coche pasará por usted a las doce, ¿necesita algo más?

—Si, quiero redecorar la biblioteca de la mansión.

—Contactaré a la decoradora.

La eficiencia de Harriet me resultaba agradable, dado que no podía mostrarme débil ante mis sirvientes, Harriet siempre había sido un apoyo para mí desde siempre, ella había sido un pilar en mi vida cuando alguna situación me sobrepasaba.

—Te lo agradezco —dije con una sonrisa.

—Me da gusto tenerla de vuelta excelencia.

—A mí también me alegra estar de vuelta.

Harriet hizo una reverencia y salió de mi oficina.

(...)

Después de tener un día ocupado, dentro de lo que me correspondía como noble, no pude estar más agradecida de que a mi regreso Harriet me haya recibido con canastas de la gente de Helston como regalo.

—Pero que maravilla —dije feliz—. Por favor, Harriet, envía mis agradecimientos a cada poblado de mis tierras.

—Si excelencia.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora