Capítulo 29

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—¡Todos salgan de este jardín! —ordené—. ¡Deprisa!

Vi que uno de los estudiantes se quedó paralizado del miedo al ver uno de los cadáveres andantes, el conde y yo corrimos para hacer que se moviera.

—¡Ven! —grité.

No podía ver con claridad lo que estaba sucediendo a mi alrededor, confiaba en la habilidad de Sebastian para poder atrapar a Undertaker, así que no me preocupé por ese shinigami. Pero en un instante el mayordomo se paró frente a nosotros.

—¡Ey, Seb...

—¡Permanezca detrás de mí, por favor!

—¡Sebastian! —exigió el conde—. ¿Por qué viniste por mí? ¡Te ordene que atraparas a ese infame!

—La máxima prioridad en nuestro pacto es su vida —respondió—. Me he esforzado en mantener viva su alma, no seré privado de lo que me pertenece.

Lo sabía...

Sebastian explotó una de las cabezas del cadáver y el chico al que estábamos cuidando se desmayó del terror. Un momento más tarde Sebastian se encargó del resto de los cadáveres.

—Maldición —dijo el conde—. ¡Cómo le explicaremos esto a su majestad!

—¿Por qué no le expone la situaron completa? —propuso Sebastian—. Todo sucedió por el deplorable pasatiempo de un shinigami que gusta de revivir a los muertos.

—Como si ella fuera a creer algo semejante —espetó el conde.

Sonreí con melancolía.

—¿Vieron los rostros de los estudiantes? —pregunté—. Estaban tan asustados... ellos aún tienen decencia... no son como...

—Nosotros —finalizó el conde.

(...)

Una vez que hicimos nuestro reporte a la reina, decidió que los cuatro p fueran expulsados del colegio Weston, pero no fue un acto de amabilidad, si hubiera salido a la luz que esos estudiantes asesinaron a un pariente de la reina, habría sido un escándalo sin precedentes.

A los involucrados se les ordenó silencio absoluto, y se cubrieron las muertes de los estudiantes con un accidente en un bote, por lo que no hubo ningún cambio en la vida del colegio Weston.

Era mi primera vez reportando un incidente como este ante su majestad desde que me había unido a los aristócratas del mal, pero no podía dejar que viera que no había imaginado nada como esto.

—¿Revivir a los muertos? —preguntó—. Resulta imposible de creer, pero... aceptaré sus palabras en este caso, mis niños.

Decidí que mi mirada no debía reflejar nada, ni una sola emoción y ambos tomamos un sorbo de té.

—Revivir a los muertos y controlarlos... se escucha escalofriante, incluso podría convertirse en una amenaza para Inglaterra —continuó—. Mis niños... quisiera que su linda nariz siguiera olfateando este rastro.

—Por supuesto —respondió el conde—. En cuanto averigüemos más al respecto, se lo haremos saber de inmediato.

Ambos salimos en silencio del palacio, subí lentamente los escalones de mi coche y antes de subirme le dediqué una melancólica mirada al conde. El cochero cerró la puerta y los caballos avanzaron con firmeza.

(...)

—¿Se encuentra bien, excelencia?

La pregunta de Harriet me distrajo de las lagunas de mi mente.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora