Capítulo 19

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—Le ruego que disculpe mi tardanza —dijo Sebastian—, ¿ninguno de los dos está herido?

—Estamos bien —respondí—, aunque la tos del conde...

—Estoy bien —me interrumpió—, ¿y la tía y los demás?

—Todos ellos se encuentran bien —respondió el mayordomo—, les ofrecí guiarlos a un lugar seguro, sin embargo, insistieron en permanecer donde estaban para socorrer a los otros pasajeros.

—Así es la marquesa —deduje—, si Lizzy está con ellos no hay de que preocuparse, te lo agradezco mucho Sebastian.

—No merezco sus palabras.

En ese momento la tos del conde se hizo presente.

—Joven amo, póngase esto, por favor —dijo Sebastian quitándose su saco.

—Descuida —le dijo—, entorpecería mi avance.

—Bien, los preparativos para lanzar los botes salvavidas han comenzado —declaró—, hay que apresurarnos para llegar a la cubier...

Un gran hoyo surgió por encima de nosotros, por donde cayeron dos peculiares seres, pude identificar a uno, Ronald Knox, pero aquel ser color rojo no me resultó familiar.

—Hombre guapo... a la vista.

—Tu eres...

—¡Grell Sutcliff!

Ese nombre... es una parca.

—¡Cuánto tiempo sin verte Sebi lindo! —chilló la parca—, ¡este encuentro debe ser obra del destino!

—Es una coincidencia —espetó el mayordomo.

Mientras ambas parcas discutían de algo que no comprendía, los tres nos dimos a la fuga para poder llegar a los botes salvavidas, y en un instante sentí la mano derecha de Sebastian tomándome por las piernas para poder cargarme. Solté un pequeño grito, cuando me di cuenta aquella paraca color rojo estuvo por atarnos con su guadaña de la muerte.

—¡Te atreves a irte después encender la llama de mi pasión! —exclamó—, ¡qué hombre tan cruel!

—Por favor, contenga su pasión —le dijo el mayordomo—, tenemos prisa, por ello, le ruego que se haga a un lado.

—¿Y si digo que no?

—Tendría que usar la fuerza.

Delante de nosotros aquellos dos comenzaron una batalla, mientras la parca intentaba cortar con su guadaña al mayordomo, Sebastian esquivaba con destreza aquellos ataques. Pero en uno de esos ataques, la guadaña rebanó una pared del crucero, dejando entrar otra oleada de agua que se estrelló contra nosotros.

—¡Joven amo!

De inmediato sentí cómo los brazos del conde me rodearon para no volvernos a separarnos, pero la oleada fue tan estruendosa que nos arrojó por los aires, una punzada de dolor me invadió un momento la cabeza y las costillas.

—¡Lexie!

Esa voz... el conde... mi nombre...

—¡Lexie, levántate! —gritó—, ¡Lexie!

Con dolor me apoyé con los brazos en el suelo y cuando me incorporé por completo grité de terror al ver a aquellas bestias a centímetros de mí.

El arma...

Toqué mi espalda rápidamente, pero no la sentí. Analicé mi alrededor y noté un adorno del barco con espadas.

Harriet estaría muy decepcionada si las lecciones de la marquesa no dieran resultado, probaré que finalmente igualé la destreza de Lizzy... no... probaré que la he superado, por el conde... haré lo que sea.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora