Capítulo 44

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Los cuatro hombres comenzaron a cantar.

Parece una especie de coro, ¿será un himno sacro? Nunca lo había escuchado.

—Les agradecemos por cantar con nosotros —anunciaron—. Todos nosotros... somos pequeñas estrellas que flotan en el vasto océano del universo, y aunque nuestra luz es débil, no existe otra igual a ella.

Por ahora lo que cantaron al inicio no parece ser nada fuera de lo normal... no parece haber algún cántico que detone algo en la mente.

—Y todas y cada una de las estrellas... poseemos suficiente resplandor para guiar a todas las almas perdidas —continuaron—. Polaris, Vega, Canopus, Sirius, que las estrellas protectoras los bañen con su luz, vamos... cantemos. ¡Todos juntos!

Los cuatro sujetos se deshicieron de sus capas y revelaron que eran los cuatro perfectos que fueron obligados a irse del colegio Weston. Se veían completamente diferentes, con atuendos extravagantes y miradas llenas de picardía, todos los presentes gritaron emocionados, mujeres, niños, hombres, ancianos, todos estaban extasiados por el espectáculo que se avecinaba.

—Vamos, escuchen todos, por favor —dijeron—. Shining Star.

Y los cuatro hombres comenzaron a cantar una letra bastante interesante, con movimientos extravagantes y muy fluidos, donde la letra también incluía las respuestas del público, todos gritaban y cantaban al mismo tiempo que lo cuatro protagonistas.

—¡Violet!

—¡Joven Greenhill!

—¡Bluewer!

—¡Lord Redmond!

Los cuatro aprecian estar muy entregados a que este baile y cántico saliera a la perfección, haciendo a todos los espectadores participes de la diversión.

Cuando terminaron de cantar el público se vio envuelto en una euforia impresionante, no había ni un solo rastro de falsedad o apatía, era una felicidad verdadera. A pesar de que el ritmo fuera más veloz que el de una polka los movimientos de los bailarines eran perfectos y aunque no superas los pasos había una especie de furor que impulsaba a los demás a querer moverse también.

Al salir del recinto pude notar que todos los asistentes a la reunión se veían mucho más contentos que de costumbre, era algo inusual que una especie de canto lograra este efecto en las personas.

Esto va más allá de una felicidad inexplicable...

—Bienvenido, joven amo.

—Sebas...

Para nuestra sorpresa el mayordomo tenía a dos damas con atrevidos vestidos a sus costados.

—¡Mayordomo! —chilló Edward—. ¡Miserable! ¿Qué estabas haciendo?

Reprimí una risa.

—¡Desvergonzado! ¡Aun estas en servicio!

(...)

—Entiendo, así que eso sucedió después —dijo Sebastian.

—Aunque se trate de algo como cantar y bailar fue algo completamente a la ópera y ballet —observé.

—Nunca había visto una clase de concierto como ese, en el que los mismos espectadores se unieran en el canto —dijo Edward—. La sensación era tal, que uno mismo quería cantar con ellos.

—Esa canción... ¿acaso se trataba de algo como esto?

En un instante el mayordomo imitó los movimientos y cantó con furor la canción que escuchamos hace un rato.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora