Capítulo 38

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—¡Joven amo!

—¡Señorita Hastings!

—Ese es Baldroy.

—¿No están heridos?

—Estamos bien —respondió el conde.

Dejé a lady Sullivan en manos de Finny y los sirvientes esperaron las órdenes de su amo.

—Bien, como lo planeamos... nos dividiremos en dos grupos y procederemos a escapar —declaró—. ¡Comiencen la operación de escape!

(...)

—¡Hay sonido de pisadas! Nos vienen siguiendo —declaró Snake—. Dice Oscar.

—¡Los oídos de las serpientes son increíbles! —dijo Baldroy.

—No tenemos oídos, escuchamos por medio de las vibraciones que llegan del suelo a nuestra piel —respondió Snake—. Dice Wordsworth.

—Herrin! (¡Ama!).

—¡Ya están aquí! —anuncié—. ¡Cuando diga señor chef!

Baldroy me miró emocionado.

—¡Que comience el baile!

Snake do algunos pisotones en el suelo y todas las serpientes que traía consigo cayeron de los árboles y a lo lejos escuchamos sus gritos de horror y pánico.

—¡Fascinante Snake! —dije impresionada—. Gran trabajo a ustedes también chicos.

No recordaba haber corrido tanto en mi vida, estaba segura de que el conde no podría recorrer esta distancia debido a su condición, pero la verdad era que yo tampoco podía resistir tanto tiempo corriendo a esta velocidad. Nos escudamos detrás de algunos árboles para poder bloquear los disparos del enemigo.

—Lo atacaré de frente para ganar tiempo —declaró el chef—. ¡Ustedes sigan adelante! No vayas a dejar caer a la señorita.

—¡De acuerdo! —respondió Snake—. Dice Oscar.

Seguimos corriendo, dejando atrás al chef y detrás de nosotros escuchamos una gran explosión.

—¿Te encuentras bien Happy? —me dijo Snake—. Pregunta Emily.

—¡Estoy bien! —respondí—. Puedo seguir...

—¡Chicos! ¡Van hacia ustedes!

Nos dimos media vuelta, y al estar al lado de Snake, la primera en recibir su corte con el cuchillo del mayordomo de la bruja esmeralda sería yo, mi cuerpo se impactó con el de Snake y los tres caímos al suelo. Pero el corte jamás llegó, puesto que Snake se había hecho hacia atrás para recibir el ataque en mi lugar.

—Herrin! (¡Ama!).

El cuerpo en el suelo se descubrió, revelando al conde detrás del disfraz listo para disparar con su arma al mayordomo.

—Casi cortas a mi prometida —gruñó—. Nadie que se atreva a herirla quedará con vida.

Y disparó. Sin embargo, lo más extraordinario de la situación fue que a esa distancia, el mayordomo logró esquivar la bala, y como respuesta le asestó un fuerte puñetazo al conde en el rostro.

—¡Conde!

—¡No vengas! —me dijo.

Con rabia, el mayordomo lo ahorcó con fuerza.

—¡Maldito seas! —gruñí—. ¡Suéltalo ya!

Tomé mi arma y comencé a hacer disparos en serie. Por inercia, el mayordomo esquivó los disparos, soltando poco a poco su mano del cuello del conde.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora