Capítulo 33

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Un estruendoso ruido y algunas voces alteradas perturbaron mi sueño.

—¡Por favor, salve a mi joven amo!

Aquel grito hizo que me despertara de golpe, me puse los zapatos y corrí hasta dónde se escuchaban las voces.

—¡Conde! —grité aterrada al ver su cuerpo hinchado—. ¿Ingresaron al bosque?

—¡No tenemos excusa señorita Hastings!

Ayudé a la señora feudal a llegar al caldero y la cargué sobre mis hombros.

—Lass mich dir helfen (Permítame ayudarla) —le pedí.

La niña asintió y arrojó algunas hierbas donde Sebastian y el conde estaba sumergidos, podía escuchar el hechizo que la joven estaba recitando, y con todas mis fuerzas deseé que el conde sobreviviera.

—herauskommen! (¡Salgan!) —ordenó la mujer.

Sebastian emergió del agua con el conde en los brazos.

—Was sollen wir jetzt machen? (¿Que debemos hacer ahora?) —preguntó Sebastian.

—Ich muss das Innere ihrer Körper reinigen! (¡Tengo que purificar el interior de sus cuerpos!) —explicó—. Gegenmittel trinken und sofort ausspucken! (¡Beban el antídoto y escúpanlo de inmediato!).

Le di a Sebastian una jarra con el antídoto que la mujer había preparado y una especie de embudo para que pudieran beberlo, y en cuanto Sebastian sacó su mano dejó al descubierto el sello que lo unía al conde, y Frau Sullivan se dio cuenta de ello, pero eso no importaba en ese momento.

—¡Joven amo, discúlpeme!

Dicho eso el mayordomo lo forzó a beber el líquido.

—¡Haz que lo escupa Sebastian! —le pedí.

—Si.

—Und ist Ihnen übel? (Y tú ¿sientes nauseas?) —preguntó la chica.

—Mir geht's gut! (¡Yo estoy bien!) —respondió el mayordomo—. Vergiss mich! Der junge Meister... (¡Olvídese de mí! ¡El joven amo...).

—¡Entonces una vez más! —interrumpí.

Tiene que funcionar... por favor... no lo quiero perder... a él no.

(...)

El conde al despertar gritó desesperado. Y todos sus sirvientes se alegraron aliviado de su amo estuviera a salvo, suspiré de felicidad al verlo despierto.

—¡Joven amo!

A pesar de eso el conde se veía bastante alterado, y aún estaba con la piel hinchada. Finnian sostenía su mano izquierda con fervor, y le peiné su cabello con ternura.

—¡Qué alivio! —chilló Finny.

—Me hizo perder varios años de mi vida —bromeó Baldroy.

—A mí también —secundó el señor Tanaka.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Meyrin—. ¿Amo Ciel?

—Ci...el... —jadeó.

El conde estaba muy alterado, parecía estar pasando por una especie de trance. Pasé una mano por la espalda de su jardinero y le sonreí aliviada.

—Te agradezco que hayas cuidado con tanta lealtad al conde —le dije—. Eres un muchacho extraordinario.

El chico me miró feliz y asintió con fervor.

—Yo siempre protegeré al joven...

Pero un estruendoso grito interrumpió la conversación y el conde se aferró a mí con fuerza, sin soltar la mano de Finny.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora