Capítulo 6

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—¿Y cómo fue qué pasó eso? —quiso saber el conde.

—Vaya, sí que Sebastian es un mayordomo muy competente.

—¡Ciel!

Un hombre alto junto a su mayordomo con otro tipo de vestimentas salió a recibir al conde.

—¡Llegas tarde! —le dijo—. ¿Ya terminaste con tus deberes de la tarde?

Sin embargo, el joven conde no lo saludó, simplemente pasó de largo e ignoró este eufórico recibimiento.

—¿¡Y quien es esta niña tan linda!?

El hombre seguía siendo ignorado por el conde, discutían sobre cómo habíamos llegado a esta situación con respecto a los niños desaparecidos.

—¡Ciel enséñame a jugar ajedrez!

—¡Guarda silencio! —le gritó el aristócrata—. ¡Estoy muy ocupado, no molestes!

Y pensar que hace un rato estaba estornudando como un niño pequeño.

—Buenas noches —saludé—. Soy Alexandra Hastings, duquesa de Helston.

—¡Oh una duquesa! —exclamó el chico—. Yo soy el príncipe Soma de Bengala, es un placer conocerla, él es Agni, mi mayordomo.

—Un gustó conocerlo señor Agni —dije con una sonrisa.

—El placer es mío señorita Hastings.

—¡No estamos aquí para perder el tiempo! —intervino el conde—. Vamos al estudio.

—Perdone, pero creo que no corresponder a este cálido recibimiento no es propio de un conde —lo desafié.

Cuando lo vi suficientemente enojado me reí.

—Cuando termine de cumplir las órdenes de este maleducado aristócrata me encantaría escuchar sobre su reino, príncipe Soma —anuncié—. Un placer conocerlos a los dos.

Incliné mi cabeza y entré al estudio junto al conde y su mayordomo.

—¿¡Cómo se atreve a...

—Sebastian —lo interrumpí—. Creo que estaba por explicarnos porque debemos unirnos al circo.

El conde me fulminó con la mirada y se dirigió a su sirviente.

—Habla ya.

—Aún no pueden unirse al circo —corrigió el mayordomo—. Deben pasar por una prueba.

—Es suficiente con que tú te unas —espetó su amo—. Yo no pienso vivir en una tienda.

—¿Y le parece correcto dejar actuar por su cuenta a su sirviente? —pregunté—. Pensé que era más listo... conde.

El niño me miró claramente irritado.

—Si que tiene una mente perspicaz señorita Hastings —concedió el mayordomo.

El conde gruñó un poco.

—Está bien —declaró—. Pero para entrar al circo se necesita algún talento, y ninguno de los dos posee alguna habilidad.

Hable por usted...

—Creo que la señorita Hastings podrá incorporarse de manera adecuada al circo —dijo Sebastian—. En cuanto a usted... sólo haga su mayor esfuerzo en la prueba, como su mayordomo lo apoyaré en todo momento.

El conde se dejó caer sobre su silla y suspiró profundamente.

—No hay otra opción —bufó—. También nos uniremos al circo.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora