Capítulo 46

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—Excelencia ¿me permite entrar? —preguntó mi sirvienta—. He traído su té de la tarde.

—Pasa Harriet.

Me encontraba en mi estudio analizando los reportes de mis contactos que habían hecho desde Lizzy había huido de casa, todos decían lo mismo, no había sido vista desde la última vez que visitó aquel salón de música. Parecía como si la tierra se la hubiera comido viva.

—Prepáralo fuerte, por favor —le pedí.

—Como ordene.

A pesar de eso, el paradero de Lizzy no era lo único que me preocupaba.

—¿Cómo crees que pueda ayudar al conde, Harriet? —pregunté—. En las últimas semanas, desde que regresamos de Alemania he reparado en que ha estado un poco distraído y nervioso.

—¿Le ha preguntado lo que sucede, excelencia?

—Por supuesto que lo he hecho —respondí—. Él dice que no hay nada de lo que deba preocuparme, pero este nuevo caso de los cadáveres hermosos y las reuniones exclusivas del salón de música lo tiene más alerta que de costumbre.

—¿Y su instinto que le dice excelencia? —inquirió—. Usted tiene una mente muy aguda, debe haber hecho algunas conjeturas.

Bebí un poco de té y me sentí mejor.

—Creo que hay algo que no me está diciendo —le dije—. Pero no logro descifrarlo, pero... su estado de salud ha sido bueno.

—En ese caso, podría dedicar más tiempo a los detalles que observe en la conducta del conde —me recomendó—. Estoy segura de que algo en su conducta lo delatará.

—Eso es algo que puedo hacer —concedí—. Pero más importante... hoy estás usando el uniforme formal ¿qué sucede?

—He sido instruida para dirigirla al salón principal en cuanto termine su té.

Entrecerré un poco los ojos, pero estaba demasiado cansada como para analizar los movimientos corporales de mi sirvienta, así que me encogí de hombros y dejé de lado mi taza de té.

—¿Se trata de una sorpresa? —pregunté.

—Temo que se me ha ordenado guardar silencio —respondió Harriet—. Le pido me disculpe.

Harriet abrió la puerta de mi estudio y dejé que me guiara por mi propia mansión. Llegamos al salón y mi sirvienta no abrió la puerta.

—Mi deber como su sirvienta es velar y cuidar de su bienestar —me dijo—. Mi único deseo en este mundo es verla envuelta en dicha y alegría.

Sonreí orgullosa.

—Estoy consciente de ello —le dije—. Siempre estoy eternamente agradecida por estar bajo tus cuidados.

—En ese caso, me llena de dicha verla disfrutar este día.

No me dejó responder, abrió la puerta y reveló al fondo de la habitación al conde.

—Conde —saludé—. Dígame, ¿qué le ha ordenado a mi fiel sirvienta?

—Temo que esta situación ameritó un extremo cuidado —respondió—. Pero aún recuerdo que le debo una recompensa por no poder darle mi alma como se merece.

Antes de que mi sirvienta cerrara la puerta para dejarme a solas con el conde la miré por un instante y ella sintió con firmeza, ella había sido mi apoyo desde que mis padres murieron, y yo confiaba plenamente en su juicio, y si ella no estaba alerta en esta situación no tenía nada de qué preocuparme. Cerró la puerta y me dirigí al conde

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora