Capítulo 4

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Había pasado los últimos tres días encerrada en el salón de música, tocando sin parar la misma melodía en el piano, Preludio n.º 1 en do mayor de Johann Sebastian Bach, esa melodía era lo único que tenía en mi cabeza; aún intentaba analizar lo que había hecho, había accedido a observar las atrocidades que el perro guardián de la reina es capaz de hacer.

Inclusive la casa se encontraba en un profundo silencio, aunque no había salido de esa habitación y lo único que sonaba eran las teclas del piano, se sentía como si mis sirvientes estuvieran de luto a mi lado. Ya no sentía los dedos, y el alma me pesaba, a pesar de eso, no me arrepentía de haberlo hecho, el bienestar de mi gente y de mis sirvientes estaba por encima de todo.

Por generaciones mi familia siempre se ha preparado para el momento de la amenaza de la reina, y sería yo la que afrontaría esa amenaza, siempre habíamos puesto el bienestar de nuestra gente primero, y esta vez no sería la excepción.

El sonido de la puerta abrirse me distrajo de mis pensamientos.

—Excelencia.

Era Harriet.

—¿Qué ocurre?

—El pueblo espera su asistencia a la feria anual de Helston.

Mis dedos se detuvieron y recordé el evento al que tenía que asistir.

—¿Hoy es viernes?

—Si excelencia.

Lo había olvidado por completo.

—Las fiestas de Helston siempre se han caracterizado por la alegría de su gente —murmuré—. Y yo soy la representante de esa alegría, que el carruaje pase por mí en quince minutos.

—Si excelencia.

Salí de la sala de música y me dispuse a ser la duquesa que he sido por los últimos tres años, haría lo que fuera para seguir rechazando un lugar en los aristócratas del mal, por ahora sólo sería espectadora.

Nunca perteneceré a los aristócratas del mal.

(...)

—¡Lexie!

El pequeño niño James, que había conocido hace unos días vino corriendo hacia mí.

—Hola James —lo saludé—. ¿Disfrutas la feria?

—¡Sí!

—Excelencia... buen día —dijo su madre.

—Buenos días —respondí—. ¿La residencia es de su agrado? ¿Necesitan alguna otra cosa?

—¡Es una casa muy grande! —gritó el niño.

—¡James! —lo regañó la mujer—. Todos estamos muy bien excelencia, se lo agradezco mucho.

Sonreí aliviada.

—Me alegra escucharlo —le dije—. Por favor, disfruten de la feria.

La mujer se inclinó un poco y se perdieron entre la multitud.

Me paseé por los locales donde la gente del pueblo ponía juegos y comida deliciosa, y había muchas risas de niños corriendo por el pasto, los adultos por otro lado bebían con discreción y entablaban conversaciones terriblemente aburridas.

La música resonaba en todos los rincones de la feria, contagiaba a todos de energía y esperanza, todo lo que representaba la familia Hastings.

Ver sus rostros llenos de alegría me recordó el por qué había aceptado ver el trabajo del perro guardián de la reina, nuestra familia siempre se había esforzado por la felicidad de nuestra gente, y así seguiría nuestro linaje.

Amarte en la oscuridad | Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora