CAPÍTULO 10

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Yo solo disfrutaba de ese mágico momento, mi mente estaba tan engañada que comencé a acariciar sus cabellos, sus brazos, su pecho, mi cuerpo extrañaba las caricias de mi amor y reaccionaba a favor de lo que sucedía en ese momento, nuestras bocas juntas disfrutando de ese beso, nuestras lenguas voraces allá adentro recorriendo cada palmo de nuestras bocas.

Hasta que me llego el aroma del perfume y mi mente salto reaccionando de inmediato, ese no le pertenecía a mi amor, era otro aroma, era el perfume de Sarmiento, lo empuje y lo observe que no dejaba de mirarme extasiado por lo que hicimos, allí parados los dos inmóviles hasta que me hablo muy despacio.

—¡Lu... cy!, ¿qué su... cede? Yo... yo, por favor, ¡perdóname!, yo... me dejé llevar del momento, ¿me escuchas?, ¿Lucy?

Apenas lograba escuchar alguna de sus palabras, lo que yo estaba en ese momento era recordando de lo que había sucedido, me sentía culpable de todo, había tocado a otro hombre, me había besado con otro, me sentía sucia, sentía en mi corazón que había engañado a mi esposo, a mi amor, en realidad mi plan se estaba cumpliendo, solo que no creí que iba a afectarme, supuse que no me dolería hacerlo, pero por lo visto no podré hacerlo, amo a Albert y mi cuerpo lo sabe.

No respondí nada, únicamente agarre las riendas de mi caballo y volví a montarlo, lo azuce para que cabalgara a toda prisa, detrás se escuchaban los gritos de Sarmiento.

—¡Lucy!, esperaaaa, no te vayas, déjame explicarte, no fue mi intención, ¡Lucyyyyyy!

En mi rostro sentía el viento que me golpeaba, ya que el caballo galopaba a toda prisa, mis lágrimas fluían por mis mejillas, a veces nublaban mi visión, llegue hasta las inmediaciones de la hacienda, traspase los portones, hice que terminara el galopar de mi caballo, hasta que llegue a la entrada de la casa, allí estaba Luis, le di las riendas del equino, entonces me indago en voz baja, al notar mi semblante.

—¿Qué le paso?, esta... ¿Llorando?

Solamente lo miré a los ojos y le ordené

—Deja al caballo en los establos, yo... voy a... sacarme esta rabia que traigo por dentro

Luis ya se iba cuando recordé y lo llame para decirle en voz baja

—Luis espera, mi esposo no debe enterarse de lo que acabas de ver, ya lo conoces, va a desesperarse y preocuparse en vano

Me asintió con la cabeza, mientras ingresaba a la casa escuche el fuerte ruido de los cascos de un caballo, me viré para observar que Sarmiento llegaba a todo galope con su alazán, me metí a toda prisa y camine hasta la puerta del gimnasio, entre y cerré la puerta con llave, me despoje de mi uniforme militar y me quede en shorts cortos con mi blusa negra corta también, agarre unas vendas para ponérmelas en las manos, como lo hacía en las peleas clandestinas.

Acomode el saco para poder golpearlo, quería sacarme este dolor, este sentimiento de culpa, comencé a golpear el saco, cuando escuche que trataban de abrir la puerta y la voz del narco.

—Lucy, por favor, ¡ábreme la puerta!, debemos hablar

No respondía nada, no me importaba nada, solo golpear ese maldito saco, mis lágrimas saltaban cada vez que golpeaba, la voz de Sarmiento ya era de súplica, además de sus fuertes golpes a esa puerta.

—Lucy, ¡por favor, perdóname!, no fue intencional, no quise... ofenderte

Sin embargo, escucharlo hizo que la furia incrementara mucho más en mí, comencé a gritar

—No, no, no, no es posible, ¡fui una tonta!, una... una maldita ofrecida, ¿qué mierda me paso?

Paré un momento para entre sollozos decir susurrando

SIEMPRE MI SUMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora