CAPITULO 33

30 2 2
                                        


SIGUE NARRANDO LUCY (alter ego de Fanny)

Soñé que llegaba a la clínica para visitar a mi esposo, que a escondidas del narco había salido de la hacienda, llegue hasta su habitación, estaba apenas iluminada por una lámpara. Lo vi acostado en su cama, me acerqué a Él y vi cómo estaba respirando muy tranquilo, solo tenía unas vendas en su torso, su rostro no tenía ninguna seña de golpes, sus ojos se movían debajo de sus párpados, me quede mirándolo, sonreí al ver allí al amor de mi vida. Sin embargo, sucedió algo extraño al querer acariciarlo, mis manos atravesaban su cuerpo como si yo fuese un fantasma

De improviso la puerta se abrió dejando entrar a toda prisa a mi padre que se acercó a Albert para moverlo, vi que se despertó, lo miro y pregunto

—¿Qué pasa señor Mike?

Mi papá le respondió

—Lo siento Albert, pero... (sollozo un poco antes de decir) ¡está muerta!, Mike la trajo, dijo que... que la descubrieron y... y que casi lo matan a Él también

Me quedé pasmada al escucharlo decir eso de mí, además se puso a llorar y Albert comenzó a gritar

—Noooo, eso no, mi gordis ¿muerta?, se lo dije, le dije que era una mala idea, por su culpa murió mi esposa, maldita sea, no es posible Dios mío

Yo comencé a gritarle moviendo mis manos para que me mirara

—Aquí estoy mi amor, mírame, no estoy muerta, ¿me escuchas? ¿Mi amor? ¿Me puedes ver?

Trate de volver a tocarlo y no podía ni a mi padre que estaba arrodillado llorando, mis manos atravesaban sus cuerpos, gritaba a cada rato, estaba desesperada, si no podía tocarlos era porque en verdad estaba muerta y mi alma estaba allí para despedirme, me aterré como nunca y cuando ¡zaz!, desperté sofocada. Sentí algo que me estaba abrazando y al mirar para atrás vi a Sarmiento que me abrazaba de cucharita, roncaba levemente

Al mirarlo recordé todo y comencé a golpearlo con mucha fuerza, me soltó y reclamo

—¿Qué... qué pasa?, ¿Qué hice?... que sucede contigo, ¿Lucy?

Lo miraba llena de furia, no por el abrazo, sino por ser el causante del sufrimiento de mi esposo, de mi padre, sin embargo, le grité

—Me estabas abrazando y fue lo primero que te advertí

Sarmiento me miraba extrañado cuando se percató de que lo que le reclamaba era cierto y comenzó a disculparse

—Perdóname, yo... estaba dormido, no me di cuenta, discúlpame, no fue intencional, ¿me crees?

Yo gruñía de la rabia contenida en ese momento, solo le exclamé

—Antonio Sarmiento, si me vuelvo a despertar contigo abrazándome, sin previo aviso te golpeo como nunca, te lo advierto y ya me conoces que cuando golpeo con fuerza no piedras levantarte fácilmente

Él me respondió con temor y acongojado

—Está bien, te prometo que voy a no molestarte, discúlpame por favor

No le respondí absolutamente nada, solo me acomodé dándole la espalda y cerré mis ojos para tratar de volver a dormir, sentí cómo se viraba para dormirse. Esta vez dormí sin soñar cuando desperté escuchaba unos ronquidos al darme vuelta, lo vi dormido, bocarriba con la boca abierta, sonreí porque parecía un niñito pequeño. Aunque al verlo me sentía molesta, porque ese sueño no me gusto para nada, reflexione diciéndome para mis adentros «ya es hora de terminar todo esto». Vi que ya estaba el sol muy alto, me estiré, me levanté para ir al baño, cerré la puerta y demore un poco, al salir el narco todavía dormía, yo no iba a esperarlo, simplemente me vestí para bajar a desayunar

SIEMPRE MI SUMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora