CAPITULO 43

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Antonio, al escucharme indagarle sobre la ubicación de esa mujer que me había ofendido, me observó alegre, muy orgulloso para responder.

—Abajo, mi amor, ¿vas a ir tú sola? O ¿quieres compañía? O sea, testigos quiero decir

Exclame muy calmada sin dejar de mirar al Don y preguntar

—¿Quiere ver cómo hago pagar a los que me ofenden y que se traguen sus palabras?, solo le advierto que, yo, no tengo piedad de nadie, otra cosa, me gustan que me respeten, yo no estoy acostándome con el primero que se me presente, aquí está Antonio, hasta ahora no me ha tocado

El Don miró risueño a Antonio para exclamar asombrado

—Oh, Antonio, ¿tú?, jajajaja, o sea que... ¿Nada de nada?

Sarmiento se levantó sonrojado para decir

—Yo la amo, quiero que sea mi esposa, además Lucy... ehm, solo nos hemos besado, yo... (suspiro largo y tendido para proseguir, ante las miradas risueñas y burlonas de Gerardo y Amanda) he tenido que ganarme esos besos, además de que todavía me falta mucho para tocarla un poco más

El Don indago

—¿Ganarte puntos?, esa parte no entiendo nada

Yo tomé la palabra y le conté lo que le había pedido a Antonio, a cada explicación el Don se carcajeaba burlándose de su socio, hasta que al final acoté.

—Solo así, Antonio se ganará mi corazón, porque yo jamás me he enamorado de verdad, aunque con todo lo que ha hecho se ha ganado un poco mi corazón y por esa razón es que nos hemos besado

El Don continuo diciendo

—Buena táctica, ehm, ¿cómo le digo?, Lucy o Beibilú, aunque me gusta más Lucy

Le respondí que me tratara como Él lo deseara y opto por llamarme Lucy, entonces menciono

—Creo que deberíamos ir todos para ver lo que va a hacer con esa mujer que la ofendió

Todos bajamos hasta las celdas, casi no había nadie debido a que muchos ya habían pagado sus castigos por alguna falta, caminamos hasta la última celda, allí estaba esa mujer sentada en el filo de la cama cuando alzo su cabeza y note que había llorado porque sus ojos estaban además de acuosos tenía ojeras bajo los párpados y eso lo demostraba. Antonio abrió la celda, uy ella me miró toda asustada y comenzó a pedirme perdón, en cambio, yo solamente le pregunté.

—¿Por qué me trataste de zorra?, ¿acaso me conocías?, ¿acaso por una puta vez en tu vida, pensaste en primero averiguar a quién vas a insultar?, ya me enteré de todo lo que dijiste sobre mí y pues aquí estoy

Observe fijamente a los ojos de Antonio para pedir

—Quiero que ordenes que traigan los guantes de box, hoy, quiero divertirme

Ni corto ni perezoso ordeno traer esos guantes que estaban en una casilla muy cercana, no demoraron dos minutos y ya los tenía puestos mientras a ella el mismo Antonio le colocaba un par a esa mujer. Yo comencé con mi bailecito y al mirar hacia atrás, vi que muchos de los hombres de Sarmiento estaban situados afuera de la celda y comenzaron a vitorearme.

—¡Dale Beibilú!

—Pobre mujer, jajajaja, está jodida

—¿Es cierto que la trato de puta?, ¿está loca?

—Yo quiero ver todo, esto no se ve a diario, Jaajaja

Trajeron unas sillas para Sarmiento, el Don, Gerardo y Amanda, los demás estaban parados en sitios en donde podían observarlo todo.

SIEMPRE MI SUMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora