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«Mi caída será por ti, pero mi amor estará contigo»
Han pasado tres mil años desde que la guerra finalizó, aquella guerra que deseé que no hubiera existido, tal vez las cosas hubieran sido diferentes, ¿o tal vez no?
Soy Alyssa...
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—Ya fue suficiente, Azazel vámonos. —Pidió el pelinegro.
—¿A dónde? —Lo miró extrañado.
—A buscar los mandamientos, me acompañarás. —Azazel se acercó a este no sin antes dar una mirada fulminante a Meliodas.
—Que aburrido hermano, los hubieras dejado continuar. —Comentó Estarossa siguiéndolo a la salida.
—No lo hubiera atacado, no te ilusiones mucho. —Le respondió el pelirrojo.
—Saben, esto comienza a ponerse muy interesante, el traidor regresa y está apunto de convertirse en el monarca de nuestro reino.
—Que te quede muy claro Estarossa, que no pase por tu cabeza absorber los mandamientos que recuperemos, ¿quedó claro? —El peligris apenas lo miraba.
—¿Lo crees capaz Zel? —Le preguntó Azazel.
—Vámonos. —No respondió su pregunta y los tres invocaron alas de oscuridad para elevarse.
—Elizabeth, te ves cansada, ven vamos a buscar alguna habitación para ti. —Meliodas se acercó y la tomó de la mano para explorar el castillo.
—Meliodas necesitamos hablar.
—Eso lo sé, pero debemos hacerlo en privado. —La albina suspiró.
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En la taberna Merlín recitaba un ritual para hacer que Ban entrara al purgatorio, ellos junto a Hawk estaban envueltos en una aura rosa y los demás solo observaban atenta y preocupadamente.
—Oye Ban. —Llamó Hawk.
—¿Si maestro?
—Asegurate de volver con vida, sin ti no podré comer las más exquisitas sobras que existen.
—Ya basta, no te preocupes maestro, te aseguro que regresaré, cuiden a Elaine mientras no estoy. —Sonrió cálidamente causando escalofríos en King— Y también a Ally, alejenla del alcohol por favor, en esta orden solo hay cabida para un ebrio y ese soy yo. —Alyssa carcajeó ante sus palabras.
