Cuando Iris se dio la vuelta, se encogió de hombros y dijo:
—Si, como esto.
—Ja, ja. Eso es cierto.
—Qué… ¿Qué hice mal?
Jana frunció los labios como si le avergonzara reírse de él y parecía indiferente.
Iris, quien se inclinó sobre su linda apariencia, golpeó la punta de la nariz de Jana.
—Si lo deseas, puedes comprarlo.
A Jana le costaba expresar sus emociones.
Así que Iris esperó pacientemente.
—… Quiero tenerlo.
Incluso si le llevaba un poco de tiempo decir esto.
Iris, que sonrió alegremente, tomó su mano y fue primero al cajero.
Cuando sonó el timbre, salió una mujer que parecía ser la encargada de la tienda, secándose las manos en el delantal.
Los ojos de Jana parpadearon como un gato mientras las cosas y el dinero fluían entre ellos.
—Está aquí. Gracias.
Después del cálculo, el dueño preguntó con una sonrisa amistosa.
—¿Están tú y tu marido de compras?
Esa sonrisa se volvió rápidamente hacia Jana, quien tomó la mano de Iris.
—El bebé es lindo.
Parecía que entendió mal y pensaba que Jana él era el hijo de Cedric e Iris.
Ante esas palabras, Jana tragó saliva.
Él y su hermana mayor, Tania, eran hijos de Al Baizan, de una mujer que había comprado su padre.
La gente los llamaba hijos ilegítimos.
Así que cada vez que Tania y Jana escuchaban estas palabras, tenían que huir.
Porque eran niños que traían vergüenza.
Incluso ahora, quería huir.
¿Por qué no me dejas ir?
Iris no lo soltó.
Por el contrario, se aferró con más fuerza y respondió cálidamente.
—Sí. ¿No es lindo?
El corazón de Jana cayó del cielo al suelo.
Las heridas del amargo pasado quedaron intactas e Iris les estaba aplicando medicamentos.
No solo ella.
—Vamos.
Cedric también tomó la mano restante de Jana.
Comieron juntos galletas de nubes esponjosas en la calle, e incluso caminaron por las hermosas calles sin hacer nada.
Tanto Sirbian como su hermana mayor lo amaban.
Solían jugar juntos así.
¿Pero por qué se siente diferente?
Estas personas son extrañas.
¿Por qué estaban siendo tan amables conmigo?
Evidentemente, no había nadie así excepto Sirbian y Tania.
Y sin llamarme diablo.
Cantó una canción de cuna también. Aunque le malinterpretaron, no dijo nada.