CAPITULO 21 La fiesta

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EVANGELINA

El cansancio todavía recorría cada músculo de mi cuerpo. Agust había sido un animal en la ducha, como si cada caricia y cada beso quisieran tatuarse en mi piel, reclamándome como suya. En solo veinte minutos, logró arrancarme diez orgasmos. Me sentí desarmada, vulnerable, pero extrañamente poderosa al saber que tenía ese efecto en él.

Me llevó a la empresa, ya todo estaba organizado, solo tenía que recoger mis cosas, para llevarla a la empresa de mi padre. Agust se había encargado de todo, sí que era eficiente, en todo... realmente en todo...

Mientras acariciaba mi abdomen con la palma de mi mano, una risa seca se escapó de mis labios. Hoy me salto la sesión de masturbación. Agust se encargó de vaciarme por completo. Jamás pensé que diría eso, pero aquí estaba, rendida, satisfecha... por ahora.

La realidad volvió a golpearme cuando me di cuenta de que no podía perder más tiempo. El auto estaría en la puerta a las ocho en punto para llevarme a la recepción. Era una noche importante, una que marcaría el inicio de algo que siempre había evitado: la empresa de mi padre.

Debo decir que me sentía nerviosa, todo esto era nuevo para mí. No era un mundo que me interesara. El simple pensamiento de manejar un imperio como el Li me parecía un dolor de cabeza monumental.

Y pues... si puedo evitar unos cuantos pues mejor. Pero con mi padre nunca se sabe. Su imprevisibilidad me tenía ahora aquí, alistándome para asumir un rol que no pedí ni deseaba.

Así que, aquí estaba dándome una ducha, para ir a recibir el imperio Li.

Salí de la ducha envuelta en una toalla y mis ojos se clavaron en el vestido que reposaba sobre la cama. Sabía que Agust quería algo elegante pero discreto, algo que no atrajera demasiado las miradas. Sin embargo, ¿por qué habría de hacerle caso? Esa era la parte que más disfrutaba de nuestra dinámica: desobedecerle.

No era tanto por rebeldía, sino por el juego. Cada vez que rompía una regla, el castigo era... delicioso. Agust creía que podía "domarme". Yo, por otro lado, disfrutaba viendo hasta dónde llegaba su paciencia antes de perder el control.

Mi padre le había dicho que me convirtiera en la mujer que la empresa debía tener y él por bajito me había dicho que también me convertiría en la sumisa que él quería ¿Era enserio? al parecer no sabía nada de mí.

Nunca había hecho nada de lo que me decían, es más, esa era mi parte favorita de la vida, llevar la contraria en todo. Sabía que, si lo hacía, recibiría algún castigo y debo decir que me encantan los castigos y más si eso significa que esos castigos me van a dar los mejores orgasmos.

Todo este juego que tiene él montado de ¨soy el macho que te va a domar¨, es también un juego para mí, porque me encanta que intente hacerlo.

El vestido negro parecía una extensión de mi alma. Oscuro, imponente, cargado de misterio. El escote insinuaba lo suficiente para que cualquiera quisiera ver más, pero sin caer en lo vulgar. La parte superior brillaba sutilmente bajo la luz, mientras que la parte inferior, hecha de pliegues y una capa transparente, dejaba entrever mis piernas gracias a las aberturas estratégicas. Lo combiné con unos tacones negros altísimos que, con cada paso, prometían hacerme notar.

Dejé mi cabello rubio suelto, con ondas suaves que caían sobre mis hombros. El maquillaje ahumado en los ojos resaltaba mi mirada y los labios rojos carmesí añadían el toque final.

Me miré al espejo, una sonrisa ladeada se forma en mis labios.

Agust quería elegancia, pero aquí tiene sensualidad hecha mujer.

Sabía que me estaba metiendo en problemas. Sabía que Agust no iba a dejarlo pasar. Y justo eso me emocionaba más. Castigo, aquí voy.

El sonido de la bocina rompió mi concentración. Agarré mi celular y las llaves del apartamento antes de salir. La noche prometía ser larga, pero esperaba sobrevivirla con algo más que aburrimiento.

DIARIO DE UNA NINFOMANA (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora