CAPITULO 36 ¡ADIOS!

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EVANGELINA

La luz de la mañana se colaba por la rendija de la cortina que había mi habitación. Mi cabeza dolía, los ojos me pesaban, sentía que no podía abrirlos – Nunca había bebido tanto – Sentía que iba a morir – Dios en estos momentos queria el café que suele hacerme Agust – Un dolor atravesó mi pecho, era como una daga que se clavaba en mi pecho, la cual me hacía sangrar desde el interior de mí.

Mi cabeza pasó los acontecimientos de la noche anterior como un maldito tráiler y no precisamente de las películas que me gustaban, era una maldita película triste y desgarradora. No puedo negar que me sentí como una estúpida al llegar a su apartamento y encontrar a esa zorra vestida no más con su camisa, después verlo a él salir de su habitación solo con la toalla en su cintura, su cabello húmedo, su pecho expuesto – Ella había estado con él – Por más que me lo negara, sabía que era así, no podía tampoco culparlo, era su prometida – Eso dolió más de lo que quise admitir – Y a la vez era lo que más me enojaba.

Él me pedía que cancelara mi compromiso y resultas que él tambien lo estaba – Estúpido – Era un maldito y mil veces maldito.

Antes de que él acabara conmigo, yo prefería acabar con esto que estaba empezando, no iba a permitir que me lastimara, con los años aprendí que es mejor sufrir por dentro, diseñé una máscara fría e inexpresiva, si no mostraba lo que realmente sentía, nunca iban a dañarme. Con mi condición aprendí a tragarme el dolor, supe como disimularlo, no le daba cabida a la ira y mucho menos a la burla. Cree defensas en cada parte de mí, levanté muros alrededor de mí, ese es mi mejor escudo. Nunca les daría las armas para joderme, antes me consumiría yo misma, ya tenía mucha mierda encima, para agregarle más.

Me removí en la cama, tenía hambre, queria follar, queria los abrazos de aquella persona que despertaba a mi lada en estos últimos, pero eso ya no se iba a poder, así que, tocaba volver a mi rutina. Di un suspiro - ¡Vamos, Eva! Siempre hemos estado solas – Siempre hemos sido mis demonios y yo, fui ilusa al pensar que alguien le gustaría convivir con ellos y conmigo.

-¿Estas despierta? ¡Por fin! Pensé que nunca lo harías.

Mi cuerpo se tensó al escuchar esa voz - ¿Ya estaba alucinando? – No había pasado ni solo un día y ya estaba alucinando con él.

Estoy jodida. Malditamente jodida.

Poco a poco fui abriendo los ojos, pude divisar una silueta sentada en una silla, estaba un poco alejado de mi cama, pero ese cuerpo, ese rostro, ese cabello, esos hermosos potes de miel, representados en esos oscuros ojos, era él.

-¿Qué haces aquí? – Dije, me senté en la cama.

Puse mi mascara más fría, esa que solía poner cuando queria lastimar a la gente para que se alejara de mí.

-Cuidando tu sueño – Blanqueo sus ojos – Como siempre.

-Nadie te lo pidió – Froté mis manos en mis ojos – Ahora lárgate de mi casa.

Lo vi levantarse lentamente y caminar hacia mí. Sentí como todo mi cuerpo se tensó, no podía negar la sensación que mi cuerpo había despertado cada vez que lo tenía cerca – Es un vicio, es mi maldita adicción favorita – Por más que me negara a aceptarlo, mi cuerpo siempre me deja expuesta.

-No me pienso ir hasta que hablemos – Me dijo – Tienes que dejarme explicar lo que realmente pasó y está pasando.

Sentó a mi lado, acunó mi rostro entre sus manos y me hizo mirarlo a los ojos. Aquellos ojos que eran una perdición para mi cordura – Debes mantenerte serena, para que no pierdas la cordura – Me decía aquella voz.

DIARIO DE UNA NINFOMANA (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora