EVANGELINA
Ya ha pasado una semana desde que mi padre soltó la bomba de que quería que volviera a casa y asumiera las riendas de la compañía. Y una semana desde que Agust apareció, reclamándome como si fuera parte de sus dominios. No ha dejado de venir ni un solo día, siempre trayendo comida, haciéndose cargo de pedir mi licencia en el trabajo para que pudiera "prepararme" para lo que se avecina.
Una sonrisa irónica se me dibujó en el rostro. ¿Esto era real? ¿Un mocoso de 22 años enseñándome a mí, como si fuera su pupila? La vida tiene un sentido del humor bastante retorcido. Pero ahí estaba él, todos los días, entrando a mi casa como si fuera la suya, despojándose de la camisa sin una pizca de vergüenza y dejando su escultural cuerpo al descubierto, tan cerca que podía casi saborearlo. Su presencia llenaba el ambiente, densa y tentadora. Intentaba concentrarme en el papeleo, pero mis pensamientos traicionaban mi voluntad, imaginando cómo sería si él tomara control completo, si me perdiera en él, en su dominio, una y otra vez, hasta perder la razón.
A veces, sus ojos se clavaban en mí con una intensidad que hacía que mi respiración se volviera superficial. No sé cómo pretendía que me concentrara viéndolo a él así, mi cabeza se imaginaba que él me tomaba una y otra vez y me daba múltiples orgasmos.
Notaba mi distracción y, entonces, sus manos se deslizaban sin permiso hasta mi centro, sus dedos rozando mi piel, encendiendo cada nervio hasta dejarme temblando y al borde de la rendición. Sabe cómo tocarme, como encender esa llama que habita en mí, ese deseo insaciable que me abruma. Pero cada vez que veía que iba a correr se detenía y me dejaba así. Y cuando, frustrada, le reclamaba, él solo sonreía con esa mueca maliciosa que le daba un aire peligroso.
—Es parte de tu castigo —decía en un susurro, con una seguridad que no admitía réplica—. No vuelvas a dejar que otro hombre toque lo que es mío.
"Mío." Esa palabra resonaba en mi mente, dejándome confundida, vulnerable, y, por alguna razón, deseando más. ¿En qué momento había pasado a ser su posesión?
Realmente estaba loco, no sé cuándo me volví su propiedad.
Ahora, bajo el agua de la ducha, mi cuerpo necesitaba el alivio que él me había negado. Mis manos recorrían mi piel, y dejé que una de ellas se deslizara hasta mis pechos, pellizcando suavemente, algo que hace mucho no me permitía hacer. Necesitaba tener mis orgasmos. Y si él no me lo daba yo sabía cómo hacerlo. La mano libre hizo un camino hasta mi centro e introduje dos de mis dedos. Mi respiración comenzó a agitarse, mis movimientos eran lentos, pero certeros. Estaba a punto de llegar a mi orgasmo. Los gemidos brotaban de mis labios, reverberando en el silencio de la habitación.
—Mmm — saboreaba mis labios.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Una voz sedosa y profunda cortó el aire.
Mi corazón dio un vuelco.
—¿Qué diablos...? ¿Agust? —Retiré rápidamente mi mano y me froté los ojos, tratando de disipar la confusión—. ¿Eres tú?
Los pasos se acercaron, resonando firmes y decididos.
—Te pregunté qué. Estás. Haciendo. —Su voz sonaba fría, peligrosa, cada palabra marcando el ritmo de mi pulso acelerado.
Intenté recomponerme, a pesar de la incomodidad de su presencia tan cerca.
—¿Qué crees que hago? Me estaba dando placer. ¿Qué haces tú aquí? ¿Y cómo entraste? —Pregunté con la mayor firmeza que pude reunir, mientras el agua aún caía sobre mí.
Sin decir una palabra, Agust levantó una mano y me mostró un juego de llaves, balanceándolas en el aire con una expresión que oscilaba entre el desafío y la posesión absoluta.
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DIARIO DE UNA NINFOMANA (En edición)
RomansaEvangelina, es una mujer marcada por una sed insaciable, se adentra en un juego peligroso de encuentros y desencuentros. Cuando cree haber encontrado a su alma gemela en un hombre tan oscuro y apasionado como ella, se sumerge en una relación intensa...