xxii. fade away

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xxii. desmayarse

Margaery no había formado nunca parte de un grupo tan extraño

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Margaery no había formado nunca parte de un grupo tan extraño. Crookshanks bajaba las escaleras en cabeza de la comitiva. Lupin, Pettigrew y Ron lo seguían, como si participaran en una carrera. Detrás iba el profesor Snape, flotando de manera fantasmal, tocando cada peldaño con los dedos de los pies y sostenido en el aire por
su propia varita, con la que Sirius le apuntaba. Harry, Margaery, Hermione y Alyssane cerraban la marcha.

Fue difícil volver a entrar en el túnel. Lupin, Pettigrew y Ron tuvieron que
ladearse para conseguirlo. Lupin seguía apuntando a Pettigrew con su varita. Margaery los veía avanzar de lado, poco a poco, en hilera. Crookshanks seguía en cabeza. Margaery, Harry y Alyssane iban inmediatamente detrás de Sirius, que continuaba dirigiendo a Snape con la varita. Éste, de vez en cuando, se golpeaba la cabeza en el techo, y Harry tuvo la impresión de que Sirius no hacía nada por evitarlo.

—¿Sabes lo que significa entregar a Pettigrew? —le dijo Sirius a Harry
bruscamente, mientras avanzaban por el túnel.

—Que tú quedarás libre —respondió Harry.

—Sí... —dijo Sirius—. No sé si se los han dicho, pero yo también soy su padrino.

—Sí, ya lo sabíamos —respondieron Harry y Margaery.

—Bueno, sus padres me nombraron tutor suyo —dijo Sirius solemnemente—, por  si les sucedía algo a ellos... —Margaery esperó. ¿Quería decir Sirius lo que ella se imaginaba?—. Por supuesto —prosiguió Black—, comprendo que prefieran seguir con su tía. Pero... medítalenlo. Cuando mi nombre quede limpio... si quisieran cambiar de casa...

A Harry se le encogió el estómago.

—¿Qué? ¿Vivir contigo? —preguntó, golpeándose accidentalmente la cabeza
contra una piedra que sobresalía del techo—. ¿Abandonar Camelot?

—Claro, ya me imaginaba que no querrías —dijo inmediatamente Sirius—. Lo comprendo. Sólo pensaba que...

—Pero ¿qué dices? —exclamó Harry, con voz tan chirriante como la de Sirius—. ¡Por supuesto que quiero abandonar ese intento de reino! ¿Tienes casa? ¿Cuándo nos podemos mudar?

Sirius se volvió hacia él. La cabeza de Snape rascó el techo, pero a Sirius no le importó.

—¿Quieres? ¿Lo dices en serio?

—¡Sí, muy en serio!

En el rostro demacrado de Sirius se dibujó la primera sonrisa auténtica que Margaery había visto en él. La diferencia era asombrosa, como si una persona diez años más joven se perfilase bajo la máscara del consumido. Durante un momento se pudo reconocer en él al hombre que sonreía en la boda de sus padres.

No volvieron a hablar hasta que llegaron al final del túnel. Crookshanks salió el primero, disparado. Evidentemente había apretado con la zarpa el nudo del tronco, porque Lupin, Pettigrew y Ron salieron sin que se produjera ningún rumor de ramas
enfurecidas.

Sirius hizo salir a Snape por el agujero y luego se detuvo para ceder el paso a Harry, a Hermione, a Margaery y a Alyssane. No quedó nadie dentro. Los terrenos estaban muy oscuros. La única luz venía de las ventanas distantes del castillo. Sin decir una palabra, emprendieron el camino. Pettigrew seguía jadeando y gimiendo de vez en cuando. A Margaery le zumbaba la cabeza. Iba a dejar Camelot, iría a vivir con Sirius Black, el mejor amigo de sus padres... Estaba aturdido.

—Un paso en falso, Peter, y... —dijo Lupin delante de ellos, amenazador,
apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.

Atravesaron los terrenos del colegio en silencio, con pesadez. Las luces del castillo se dilataban poco a poco. Snape seguía inconsciente, fantasmalmente transportado por Sirius, la barbilla rebotándole en el pecho. Y entonces... Una nube se desplazó. De repente, aparecieron en el suelo unas sombras oscuras.

La luz de la luna caía sobre el grupo. Snape tropezó con Lupin, Pettigrew y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo indicó a los mellizos, a Alyssane y a Hermione que no avanzaran.

Margaery vio la silueta de Lupin. Se puso rígido y empezó a temblar.

—¡Dios mío! —dijo Hermione con voz entrecortada—. ¡No se ha tomado la
poción esta noche! ¡Es peligroso!

—Corred —gritó Sirius—. ¡Corred! ¡Ya!

Pero Harry no podía correr. Ron estaba encadenado a Pettigrew y a Lupin. Saltó hacia delante, pero Sirius lo agarró por el pecho y lo echó hacia atrás.

—Dejádmelo a mí. ¡CORRED!

Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras. A Crookshanks se le volvió a erizar el pelo.

Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció del lado de los mellizos. Se había transformado. El perro, grande como un oso, saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.

Margaery se quedó como hipnotizada. Estaba demasiado atento a la batalla para darse cuenta de nada más. Fue el grito de Hermione lo que la alertó.
Pettigrew había saltado para coger la varita caída de Lupin. Alyssane se apresuró a sacar a Ron de ahí y atrapar a Pettigrew, pero debido al dolor de la pierna rota se desmayó. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron y Alyssane quedaron inmóviles en tierra. Otro estallido: Crookshanks saltó por el aire y volvió a caer al suelo.

—¡Expelliarmus! —exclamó Harry, apuntando a Pettigrew con su varita. La varita de Lupin salió volando y se perdió de vista—. ¡Quédate donde estás! —gritó Harry mientras corría.

Demasiado tarde. Pettigrew también se había transformado. Margaery vio su cola pelona azotar el antebrazo de Ron a través de las esposas, y lo oyó huir a toda prisa por la hierba. Oyeron un aullido y un gruñido sordo. Al volverse, Margaery vio al hombre lobo adentrándose en el bosque a la carrera.

—Sirius, ha escapado. ¡Pettigrew se ha transformado! —gritó Harry.

Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al oír las palabras de Harry volvió a salir velozmente y al cabo de un instante el rumor de sus patas se perdió.
Harry, Margaery y Hermione se acercaron aprisa a Ron y a Alyssane.

—¿Qué le ha hecho? —preguntó Hermione.

Ron tenía los ojos entornados, la boca abierta. Pero Alyssane estaba completamente inconsciente. Ambos estaban vivos. Oían sus respiraciones.

—No sé.

Margaery miró desesperada a su alrededor. Black y Lupin habían desaparecido... No había nadie cerca salvo Snape, que seguía flotando en el aire, inconsciente.

—Será mejor que los llevemos al castillo y se lo digamos a alguien —dijo Harry, apartándose el pelo de los ojos y tratando de pensar—. Vamos...

Oyeron un aullido que venía de la oscuridad: un perro dolorido.

—Sirius —murmuró Harry, mirando hacia la negrura.

Tuvo un momento de indecisión, pero no podían hacer nada por Ron o Alyssane en aquel momento, y a juzgar por sus gemidos, Black se hallaba en apuros.

Harry echó a correr, seguido por Margaery y luego Hermione. El aullido parecía proceder de los alrededores del lago. Corrieron en aquella dirección y Margaery notó un frío intenso sin darse cuenta de lo que podía suponer. El aullido se detuvo. Al llegar al lago vieron por qué: Sirius había vuelto a
transformarse en hombre. Estaba en cuclillas, con las manos en la cabeza.

—¡Noooo! —gemía—. ¡Noooooo, por favor!

Eran los dementores. Al menos cien, y se acercaban a ellos como una masa negra. Se dio la vuelta. Aquel frío ya conocido penetró en su interior y la niebla empezó a oscurecerle la visión. Por cada lado surgían de la oscuridad más y más dementores. Los estaban rodeando...

—¡Hermione, Margaery, piensen en algo alegre! —gritó Harry, levantando la varita y parpadeando con rapidez para aclararse la visión, sacudiendo la cabeza para alejar el débil grito que había empezado a oír por dentro...

—¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum!

Black se estremeció. Rodó por el suelo y se quedó inmóvil, pálido como la
muerte.

—¡Expecto patronum! ¡Ayúdeme! ¡Expecto patronum!

Pero a Margaery le parecía casi imposible pensar en algo feliz. Lo intentó, sin embargo, pero no dio resultado. Era incapaz de articular palabra.

—¡Expecto...! —susurró Hermione—. ¡Expecto... expecto!

Pero no era capaz. Los dementores se aproximaban y ya estaban a tres metros escasos de ellos. Formaban una sólida barrera en torno a Harry, Margaery Hermione, y seguían acercándose...

—¡EXPECTO PATRONUM! —gritó Harry, intentando rechazar los gritos de sus oídos—. ¡EXPECTO PATRONUM!

Un delgado hilo de plata salió de su varita y bailoteó delante de él, como si fuera niebla. En ese instante, Margaery sintió un pitido en sus oídos y al momento siguiente se desplomó al suelo.

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